Tres semanas han transcurrido desde que enfrenté a mi padre para exigirle
mi derecho a que se haga cargo de pagar mis sesiones de terapia individual, han
sucedido tantas cosas en mi vida desde entonces, las cuales me han llenado de
una ganas de vivir, de tanta alegría, mucha serenidad y por qué no decirlo de
mucho poder, quiero compartirles desde un corazón victorioso con voz mezclada
entre hilitos de voz de mi niña y mujer, mi lucha personal para reconquistar
uno de mis derechos: el de que se me garantice atención individual durante todo
mi proceso.
¿Cómo ha sucedido? ¿Cómo me he preparado para este enfrentamiento? Voy a
comenzar por allí...han sido meses intensos de terapia, de hacer mucho proceso
acompañada, otras veces sola, recibiendo apoyo de mis compañeras de GAM, el
apoyo de una mujer a quién hoy quiero darle las gracias de manera especial
porque con esos ojos llenos de ternura y sabios, pudo identificar en mi una
necesidad que aún yo no era capaz, con firmeza, creyendo en mis capacidades
mientras yo le compartía mi ansiedad por no tener dinero para pagar mis
sesiones de terapia, ella de repente me queda viendo y pronuncia las palabras
mágicas: ¿has pensando en exigirle a tu padre que las pague? porque es tu
derecho...mi derecho... me resonó por todo mi
cuerpo, ¿pero qué me estaba diciendo esta adorable mujer? ¿será posible? ¿en
verdad es mi derecho? y comenzó todo un dialogo interior, no un debate, una
verdadera conversación, llena de sentimientos, de emociones, de enojo, de
búsqueda de justicia, de gritar mi verdad, de obligarse a que me escuchara
quisiera o no, porque yo tengo derechos y el no los ha reconocido, y claro, si
no estoy clara y consciente de que los tengo, si no lo hago míos, ¿cómo los voy
a defender?
Y así quedó sembrada la semilla de lo impensable:
exigir mi derecho a que pague por mi terapia, por el daño que me hizo en mi
infancia, adolescencia y edad adulta, para ser breve: toda mi vida. El cómo me
preparé fue una maravillosa "coincidencia" de eventos, asistí a dos talleres
corporales en el que trabajamos nuestros miedos y enojo, me costó muchísimo
introspección, desde preparar las preguntas previas al taller, fue un verdadero
compromiso conmigo misma, un permitirme abrir las heridas, un reconocer mis
miedos, ponerme en evidencia ante personas que no conozco pero en las que
decidí confiar, es un paso de fe, seas religioso o no, esto es así, vas a
ciegas mucha parte del camino y hay que soltarse, dejar que te conozcan para
sanar, como dije me costó mucho, no relato mis sesiones de llanto previas
a este enfrentamiento, mis noches de insomnio, mis desordenes alimenticios, el
dolor en la boca de mi estómago, el estar en estado de hipervigilancia por
semanas, no los relato en detalle pero quiero que lo sepan, no es fácil dar
estos pasos, pero valen cada uno los minutos que pasé mal, vale cada caída en
terapia corporal, cada crisis, no cambio por nada lo que sentí esa mañana de
domingo al verle frente a frente, a los ojos y ver que bajaba la vista cuando
le yo le dije por primera vez completamente segura de mi verdad, empoderada y
llena de sed de justicia: ¿vos sabes
que me hiciste daño, verdad? porque yo lo recuerdo todo clarito y no quiero que
me volvas a decir que estoy loca, confundida, que lo enredo todo y tampoco
quiero que volvas a minimizar mi atención psicológica, no es por depresión que
estoy recibiendo atención, es por abuso sexual infantil, por violación, por
incesto, la depresión es sólo una de las secuelas que he tenido que enfrentar y
es tu obligación asumir el costo de mi terapia, yo no me busqué ese mal, me lo
hiciste vos y no quiero que lo pagues con la etiqueta de que me estás haciendo
un favor, de que me estás apoyando, NOOOOOOOO, es tu deber, es mi derecho y si
no lo pagas, te quiero decir que nada ni nadie me va a detener en mi proceso,
yo voy a seguir, no sé cómo haré para terminarlo, pero lo haré, no estoy sola,
tengo a muchas personas detrás mío, esta es una oportunidad que te da la vida
para resarcir en algo el mal que me hiciste, es tu decisión, la mía está
tomada, las pagues o no, voy a seguir sanando.
Le dije muchas cosas más, he compartido las que siento
quebraron su poder en mí esa mañana, las que invirtieron los roles y con las
que pase de ser víctima a ser sobreviviente.
Como escribí al inicio de esta entrada, mi corazón
está lleno de amor, de agradecimiento, de orgullo y alegría, lo que me movió a
enfrentar a mi padre, no fue el odio, la venganza o el resentimiento, todos
esos sentimientos los he venido trabajando en terapia y talleres corporales,
los he trabajado para tomar la fuerza que hay en ellos, redirigirla, usarla
para mi beneficio hasta convertirla en lo que fue esa mañana: sed de justicia y
de hacerme escuchar. Al poder hablarle, sentí que por vez primera mi niña se
sentía protegida y validada, con esto no quiero decir que el enojo esté mal,
lejos de eso, representa una fuente de fuerza muy poderosa si es bien
canalizada, todos los sentimientos que me avergonzaba sentir al trabajarlos me
permitieron encontrar en mis adentros una fuerza interior muy rica, que es la
que me ha permitido dar este paso de gigante, es la que me llevó a cruzar sin
miedo mi Golden Gate.
Han pasado tres semanas...hace una, recibí un correo
de él con las siguientes palabras, breves pero llenas de significado para mí: "Cuándo inicio la entrega del
dinero. Avísame a mi correo o por telf.”
Creo que no hace falta decirles el cómo me siento, les
dejó una imagen mental de ese momento: yo brincando hacia el cielo infinito a
buscar la estrella más brillante del firmamento, mi niña y yo en éxtasis de
tanta felicidad.
Los sueños también son para nosotr@s, no son exclusividad de los demás, son
posibles y muy bellos, hoy quise compartirles uno que ni siquiera me había
permitido soñar y que gracias a esta mujer fantástica, muy sabia, se enraizó en
mi corazón llenándolo de fuego y vitalidad.
Te dedico esta entrada querida niña Briii, te quiero mucho.
ANONIMO
ANONIMO
Impresionante!!
ResponderEliminarEnhorabuena por tu trabajo...
Excelente, te felicito por tu valentía y gallardía... Disfrútalo porque te lo mereces...
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