sábado, 3 de diciembre de 2016

Hablamos Con Un Pedófilo Y Nos Contesta A Todo Lo Que Siempre Quisimos Saber

Pese a mis reservas, A.M. logra hacer que me sienta cómoda desde el primer momento. Es extremadamente respetuoso. La conversación empieza a fluir pronto. Tiene 28 años y trabaja como guardia de seguridad. Le gusta caminar por la ciudad y leer. Su libro favorito es Alicia en El País de las Maravillas. Parece un tipo normal, pero no lo es del todo. El problema es ese secreto que esconde a la gran mayoría de personas que conoce: A.M. es un pedófilo y está enamorado de una niña de diez años. Lo sé; dicho así, suena verdaderamente aterrador. Pero espera un momento. Controla tus ganas de alertar a la policía o llamar a un psiquiátrico. Calma. Respira. Y sigue leyendo.
Según A.M., la pedofilia es una orientación sexual y no un trastorno mental: “Es la atracción íntegra -romántica y sexual- que una persona, sin importar su edad o género, siente hacia menores que rondan los 6-10 años de edad”. Se detiene un momento y añade: “Ya sabes… implica fantasías, perdurabilidad en el tiempo, coincidiendo con la etapa de desarrollo del deseo”. Estos son los términos que se utilizan para definir una orientación sexual y es como define A.M. la pedofilia coincidiendo con algunos expertos.

¿Qué es la pedofilia?

Pero la definición que él nos proporciona sobre pedofilia no es única. Dependiendo de los expertos y de las corrientes psicológicas y psiquiátricas de los mismos, podemos barajar diferentes puntos de vista. Para Heather Wood, psicóloga de la Portman Clinic de Londres, la pedofilia es un trastorno del desarrollo y, para combatir lo que ella identifica como una forma de estancarse en la adolescenciatrata a la persona pedófila desde el psicoanálisis.
Por su parte, Don Grubin, psiquiatra forense de la Universidad de Newcastle, cree que existen dos tipos de pedófilos, los inofensivos (es decir, los que controlan sus impulsos y no abusan) y los peligrosos (es decir, aquellos que han cometido delitos sexuales y además, son reincidentes). Mientras que para los primeros el tratamiento es psicológico, para los segundos no existe espacio para la rehabilitación y, por ello, ‘la cura’ se centra en la castración química. Sin embargo, este procedimiento ha sido puesto en duda por otros colegas profesionales que señalan que, pese a la inhibición del deseo, el impulso violento persiste.
Más allá de estos posicionamientos, yo siempre había creído que la pedofilia era una parafilia, es decir, una persona que se excita con un objeto o sujeto atípico. Sin embargo, según explica A.M.,esta definición se basaría en un criterio moral con dudosa base científica. Algo que también recalca el sexólogo Richard Green, quien consiguió que, en 1972, la homosexualidad desapareciera como parafilia del DSM (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales). Así, tanto para Green como para mi entrevistado, se clasifica como ‘normal’ la sexualidad que más se acerca a una heterosexualidad con fines reproductivos, quedando lo demás relegado a la consideración de parafilia. Pero esto varía según el contexto y el momento histórico. Basta echar una mirada al pasado y descubrir cómo se trataban la homosexualidad, la transexualidad o el sadomasoquismo en otros tiempos.
Por lo tanto A.M. defiende que la pedofilia es una orientación sexual por edad. La reflexión puede resultar perturbadora, pero hay que recordar que la orientación sexual implica atracción, no práctica. Al respecto, A.M. adopta una postura crítica estricta y remarca: “Ser pedófilo no quiere decir que me parezca aceptable tener sexo con niños, que la sociedad deba eliminar la edad de consentimiento infantil, legalizar la pornografía infantil o permitir el matrimonio con menores. Ni yo ni otros pedófilos queremos eso”.

Entonces, ¿qué quiere un pedófilo?

La respuesta es amplia y compleja. En primer lugar A.M. quiere dejar clara la diferenciación entre pederastia y pedofilia. Una distinción real, pero que suele llevar a grandes equívocos. Mi entrevistado explica que, mientras la primera es el delito de abusar sexualmente de niños, la segunda no se puede condenar, se trata simplemente de deseo y fantasías sexuales que no derivan en acciones. Reducir el uno al otro da lugar a serios errores, como ha fundamentado Michael C. Seto, psicólogo forense, sexólogo y experto en abuso sexual infantil. Según sus investigaciones, la gran mayoría de abusadores sexuales no son pedófilos, es decir, no sienten atracción sexual hacia los menores: solo un 16,2-27% de los abusadores sexuales son pedófilos, la cifra restante (73-83,8%) señala a abusadores que no tienen atracción hacia niños. 
A.M. continúa hablando. Pone el foco en el estigma y la persecución que dice sufrir debido a su situación. Piensa que es importante que las personas pedófilas tengan el apoyo de familiares y amigos, que crezcan y se relacionen en un espacio seguro y positivo para que no lleven su fantasía a la práctica: “No necesitamos ni una cura ni un castigo, necesitamos aceptación. Conseguir esto es complicado de por sí, pero lo es más aún porque los medios de comunicación, la policía y muchos profesionales de la salud mental nos presentan ante la opinión pública como personas enfermas o criminales”.
El propio A.M. relata que los insultos, chantajes y amenazas han formado parte de su vida. En su caso, ha contado con el apoyo de su familia: “Se han puesto en mi lugar en esos momentos de terror. Creen en mí y me respetan. Saben que no he abusado de ningún niño y que jamás lo haría”.
A.M. sostiene que la psicoterapia es fundamental tanto para aceptar y canalizar los deseos como para prevenir que los pedófilos acaben cometiendo abusos sexuales. Pero cuenta que no vale cualquier tipo de especialista ni cualquier modelo de terapia, sino que debe tratarse de alguien que tenga conocimientos de sexología, respete el secreto profesional y ayude a la familia a derribar mitos. También señala la importancia de los grupos de apoyo. Generalmente, los espacios presenciales son bastante minoritarios y discretos, aunque en algunos países, como Canadá y Alemania, proliferan programas terapéuticos y de prevención con apoyo gubernamental. En esta línea, encontramos también plataformas online como Virtuous Pedophiles.
Llevamos un buen rato hablando, así que he logrado crear un espacio seguro. Es el mejor momento para lanzar las preguntas más incómodas. Hablar de pedofilia y omitir la pornografía infantil es como hablar de masturbación y no reconocer su conexión con el porno. Sus declaraciones sobre este tema son claras: “Un pedófilo jamás disfrutará visualizando material donde un menor esté siendo abusado o violado. No se puede aceptar la pornografía infantil porque implica víctimas reales. En cambio, sí estoy a favor de poder disfrutar libremente del género virtual Lolicon/Shotacon, las imágenes en 3D o las muñecas sexuales”.
Miro el reloj y compruebo que ya es hora de despedirse. Mi cabeza bulle con preguntas que albergan todavía mucha curiosidad insatisfecha: ¿Puede un pedófilo ser feliz? ¿Tener una vida normal? ¿Formar una pareja? ¿Construir una familia? Desde la pantalla, entreveo como A.M. frunce el ceño: “Depende. Depende de si eres exclusivo o no. Es decir, de si solo sientes atracción por menores, o también por adultos. Yo soy exclusivo. Habrá personas como yo que intenten acostarse con adultos, sean amigos o trabajadores sexuales. Lo hacen para tratar de superar su orientación sexual, pero, seguramente, después de mantener ese sexo se sentirán vacíos, con asco, como si alguien les hubiera violado. A ningún pedófilo exclusivo le recomiendo esta experiencia”.
Finalizamos la vídeo-llamada. Me quedo un buen rato pensando. Estoy abrumada con tanta información, con semejante testimonio, con el relato de unas experiencias y sensaciones a años luz de las habituales. Ordeno mis ideas y extraigo una conclusión firme y personal: nadie es culpable de sus deseos, pero todos somos responsables de nuestros actos. Por tanto, deberíamos intentar acabar con los mitos y estigmas sobre algo que, aunque nos resulte extremadamente difícil de entender, queda relegado a la imaginación y jamás es consumado. Quizá así, algún día, más pedófilos se atrevan a buscar ayuda.

4 comentarios:

  1. Menuda sarta de mentiras que se ha tragado la pobre...

    "...Pone el foco en el estigma y la persecución que dice sufrir debido a su situación..."
    Claro, pobrecito, son unas simples víctimas. Por eso, lo primero que ha hecho es hacer sentir cómoda a la entrevistadora, es extremadamente respetuoso. La máscara que se ponen todos.

    Insiste en que si no lleva a la práctica sus fantasías no hace daño, pero el articulo sugiere que la pedofilia es exactamente igual a la homosexualidad, la transexualidad o el sadomasoquismo, que es justo el paso anterior a convencer a la sociedad de que no es nada malo y, por lo tanto, no debería ser delito.

    “...Un pedófilo jamás disfrutará visualizando material donde un menor esté siendo abusado o violado..."
    Ya... Que buena gente, oye! Pero a continuación, dice que él es "exclusivo", que sólo le gustan las niñas. ¿Será que si viese porno infantil (no dice si él lo ve o no) sólo lo vería si hay consentimiento de la niña? Porque eso es lo que dicen, que ella consiente porque no se resiste, por lo tanto no es abuso ni violación.

    Y concluye: "...deberíamos intentar acabar con los mitos y estigmas [...] Quizá así, algún día, más pedófilos se atrevan a buscar ayuda..."
    Lo que no dice es que no hay ayuda posible. Si te gusta el chocolate, te gusta el chocolate, y que no lo comas no significa que deje de gustarte. ¿Alguien me puede explicar qué tipo de ayuda sería efectiva?

    Un pedofilo no lleva a la práctica sus fantasías para evitar ser condenado, no porque respete a sus víctimas. Un pederasta (todo aquel que abusa de niños y/o niñas, sea exclusivo o no) lo hace porque se siente impune y a salvo. Porque está convencido que no lo van a pillar. Y si le pillan, la próxima vez tomará medidas más efectivas.

    A la chica le faltó la pregunta más importante: ¿Eres consciente del enorme destrozo que causa una persona cuando tiene algún tipo de contacto sexual con un niño? A mí, uno me contestó que el problema es que algunos no son cuidadosos y no tratan bien a los menores, por eso les dejan ese daño (como me ocurrió a mí). Otro directamente me preguntó: ¿Pero qué te duele a ti ahora, qué tipo de dolor es? ¿Físico? ¿En el corazón?...

    ResponderEliminar
  2. Muy bien. Correcto. Tratemos de entender a los pederastas, pedofilos, psicopatas y asesinos y reubiquemoslos en la sociedad. A sus victimas ... Que las encierren en un psiquiátrico o que las mancillen y las condenen de por vida por un delito que jamás cometieron. Enorme y admirable sociedad que trata de comprender y justificar la maldad y condenar la inocencia y la justicia.
    Grupos de apoyo, tratamientos, curación.... Estamos de broma? Por dios!!!. Que apoyó reciben las victimas? Cuando llega su curación si no es con la misma muerte? Quien les devuelve la infancia robada y ultrajada? . Lamento tener que decir que este articulo y este estudio es tan lamentable y vergonzoso como utópico, hipócrita y falso. Un saludo a todos los "enfermos" pederastas. La enfermedad Es Otra cosa. A todos nos atrae la inocencia y quisiéramos vivir eternamente en ella. Pero a nadie se le ocurre robársela a los demás. Es el peor de los delitos para mi forma de ver la vida.

    ResponderEliminar
  3. Comprendo perfectamente la perspectivas que el artículo pretende al mostrar al pedofilo como un humano imperfecto más, u no se si soy conservadora, pero si no evaluamos que hacerle daño a un niñx por mi satisfacción esta mal y caemos al entramado del placer por el poder, creo que obviaremos el dolor y a nadie le gusta sentir dolor, ni a lxs pedofilxs, ni a lxs abusadorxs, si los estudios recientes en violencia nos han enseñado algo de prevención es precisamente la empatia, el respeto y la sublimación. Pero buen artículo, te hace pensar.

    ResponderEliminar

Participa con tus contribuciones y comentarios