Si pudiera elegir, tal vez eligiría la inmortalidad. Sin embargo, la opción entre vivir y morir no me ha sido concedida. No elegí nacer, no puedo hacerlo. Y, por mucho que lo intente, no puedo evitar morir. Frente al nacer y al morir no tengo ni tuve derecho o libertad alguna. Apenas puedo elegir vivir; andar este trayecto sabiendo que el principio y el final del transcurso ya están decididos. Es una antigua metáfora aquella que ve en la vida un camino o una marcha. Antigua y justa. No otra cosa que andar es la existencia. Andar "como quiera que sea", pero andar... Muchas veces sin rumbo "aparente". Pero siempre con un "final". Muchas veces sin saber por qué se marcha. Pero siempre sabiendo que la muerte es la llamada "última estación".
Yo camino mi vida, como la caminan también muchos hombres y mujeres. Con los pies ligeros o brumosos, bajo un sol amigo o a la intemperie hostil. De la mano del amor, el compañero de ruta más deseado; o colgado de las espaldas del desamor, lastre que sabe entorpecer el paso.
En el frontispicio de la vida de cada hombre está inscrita, con tozudez de piedra, una consigna. La muerte es tan inevitable como la vida. Lo que vive, muere. Es ley de vida. Y ley de muerte. Nos morimos esa es la única certeza. La única verdad que el tiempo no cambia. La única convicción, si es que la muerte puede ser convicción. Vivir es la única alternativa que al parecer "no elegimos"; debemos aceptar que nos han arrojado a esta aventura. Negarse, como algunos se niegan, desde el suicidio o desde el homicidio, no cambia la calidad de mortales que nos asiste. En todo caso, la precipita.
Afirmación apodíctica; no hay modo de evitar la muerte. Frente a esta sencilla constatación, la mayor preocupación debiera ser la vida. Si nada puedo hacer por la muerte, que sea la vida mi hacer, mi compromiso, mi responsabilidad. ¡MI VIDA ES MI GRAN TAREA!
Yo quiero vivir. Tengo apetito vital. Tengo sueños como alas que saben llegar más allá de mis derrotas. Tengo ideales como proas que saben llegar más allá de mis fracasos. Tengo sed de vida. Fervores nuevos para ilusiones viejas. Ilusiones nuevas para fervores viejos. Tengo ganas de vivir. Empezar cada mañana con la misma porfía con que el sol inaugura un día. Sentir que la vida es un don, una maravilla, una delicia que se debe beber a borbotones. UN BIEN QUE QUIERO DIGNIFICAR, A PESAR DE MIS MISERIAS, A PESAR DE MIS ERRORES, A PESAR DE MIS INCONSTANCIAS.
Tengo ganas de vivir, siento la sangre entera, el corazón dispuesto, los músculos tensados, los huesos como puentes, el deseo sin mella. Tengo muchas ganas de vivir, aunque no desconozca los guiños con que la muerte me señala los costados del camino.
Alma B.V.
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