Miro mi puño, mi mano es pequeñita y mis dedos son cortitos y regordetes. Veo tu mano. ¡Es enorme! Tus dedos son tan fuertes y grandes. Es una mano poderosa. Me siento segura cuando esas manos me envuelven. Me encanta que me levantes con esas manos y me lleves directo a tu pecho. Cuando me abrazas me siento protegida.
Algún día seré grande y ojalá fuera como tú. Fuerte, poderosa. Todo lo sabes y todo lo puedes.
Me encanta mirar al mundo desde acá arriba, cuando me cargas, todo se ve pequeño y distante. Nada me puede lastimar ni hacer daño. Aquel perro ladra y ladra pero no me puede alcanzar porque estoy en brazos de papá. Desde acá arriba también veo todas las cosas interesantes que me gustaría probar, tocar, tener. Cuando camino junto a ti no veo nada, todo me queda arriba pero cuando me cargas, veo todo lo que el mundo tiene para mí.
Cuando mi carita pequeña va a lado de tu cara me imagino que soy de tu tamaño y que soy fuerte como tú. Quiero crecer y ser como tú.
Hace tiempo que no me abrazas papá. Hace tiempo que llegas del trabajo y te plantas frente al televisor. Ya no me haces caso y cuando trato de llamar tu atención me dices que me calle. Te extraño tanto papá. Yo sé que ya no me cargas porque peso mucho, pero me encantaría que me dejaras sentar en tus piernas y que me platicaras de las cosas que no entiendo como hacías antes.
Hoy me pediste que me acercara. Mi corazón di un vuelco y corrí hacia ti. Me abrazaste como hace mucho que no hacías. Tus brazos me apretaron fuerte contra tu pecho y me sentí tu niña otra vez. Pero tus manos han empezado a tocarme de una manera distinta, no me gusta cómo me tocas, no me gusta lo que me estás diciendo ¿Por qué me tocas así? ¿Por qué me dices esas cosas papá?
Me liberas. Corro a mi habitación y pongo el seguro. Al otro lado de la puerta escucho tu respiración. No quiero existir.
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