viernes, 23 de noviembre de 2012

La injusticia de la justícia


Soy la Señora Dudas Andante, tengo 28 años y no sé si ahora mismo estoy escribiendo al foro por casualidad o para que me aplauden. No sé si escribo al foro para  compartir algo que no sé si es algo o si estoy aquí como si nada de rebajas. Siempre canto la misma canción pero  sin ir a Eurovisión. Con palmas o sin palmas, aquí estoy, estoicamente, para contar, en realidad, una de mis  historias.  

Ése algo que he mencionado tiene la propiedad de ser y no ser al mismo tiempo y es sobre mi infancia. Hasta que mi ego no lo observe nunca se definirá, así que no estoy aquí para hablar explícitamente de mi querido “algo” sinó para hablar de otro “algo” que sí está definido y tengo las palabras para hacerlo.

Hace unos meses leí en el periódico que imputaban a unos cuantos años de prisión a un psicólogo colegiado por corrupción de menores y extorsión. Y de adorno, había una bella foto de su persona. Es indescriptible lo que sentí cuando lo vi. Me quedé de piedra porque lo reconocí. Tuve relaciones con tal persona con mi consentimiento,  aunque eso del consentimiento es un poco complejo.

Cuando  tenía 17 años me manipulaba por mail, diciéndome que  era especial y otros romanticismos por el estilo. Todo lo que me gustaba a mí también le gustaba a él. Pero no fue hasta los 18-19 años que la cosa fui a más.

Me dijo mentiras diversas hacia sus profesiones, su identidad, edad y familia. Todo él era una mentira enorme y por un tiempo me lo creí, incluso me enamoré de él aunque era mucho más mayor que yo. Me engañó, me manipuló, violó el código ético de su profesión,  me trató con cierta agresividad en ciertas ocasiones, se aprovechó de mi momento vulnerable  post- adolescente para hacer de  mi casi lo que quisiera.

Necesito contar qué sentí cunado vi la bella foto. Sentí vergüenza, asco hacia él y hacia mi misma. Sentí miedo por todos los poros de mi piel. “Yo tuve relaciones con el tipo del diario”, me repetía. No me lo podía creer Y entonces empecé a entender algo. Aunque tenga alguna tara para relacionarme con los hombres y yo soy la única responsable de mis actos, resulta que ése hombre es peligroso y no actuó bien conmigo.

Creí hasta ése momento que era yo la que estaba desequilibrada porque ya no era una niña e iba por el mundo relacionándome con personas raras sin que nadie me obligara a nada. Aún me cuesta escribirlo. Yo permití todas las guarradas que me hizo. Yo permití que me tratara mal y no me defendí. Me tocó por todas partes y me besaba penetrando la lengua hasta mi gola.  Me cogía mi mano y la metía en sus partes, mientras que yo aún no estaba preparada para ello. No me sentía cómoda. Debo decir que llegué a sentir placer en algún momento pero también llegué a sentir asco sin saber decir “basta”. Necesitaba que estuviera por mi. Necesitaba su admiración y afecto que a veces tenía conmigo pero que a veces se convertía en agresividad.  

Un día  me negué a una propuesta que me hizo y, al cabo de un rato, me besó de manera violenta.  No me hizo una paliza ni nada por el estilo ni mucho menos,  pero me hizo daño. Tuve miedo. Mucho miedo. Me paralicé. No me defendí. No fui capaz de decir “basta” y después quedé como congelada.  Algo que ahora no lo soporto cuando lo pienso.  Me da rabia y vergüenza. Creo que fue su manera de imponer su poder que se creía tener para que yo obedeciera. Nunca, hasta ahora, había relacionado mi rechazo a su propuesta con su respuesta agresiva porque no le veía ninguna relación.  Ahora me doy cuenta que seguramente no fue ninguna actitud impulsiva, sinó totalmente premeditada.

Era muy tierno conmigo y a la vez me hacía éstas cosas y eso me confundía mucho. Pero lo que más me perturba es que siento una gran vergüenza porque ya no era una niña, ya era mayorcita. Mi parte racional me dice que igualmente no me tengo que avergonzar de nada, pero lo que siento puede más con lo que siento. Ahora mismo estoy pensando que quien lea esto pensará que soy tonta, que nadie me obligó a relacionarme con ése hombre.

Concluiré mi historia con el  mayor glamur de los hechos.  Aunque fue imputado por corrupción de menores y extorsión, ahora sigue felizmente ejerciendo de psicólogo. Es surrealista que la justicia sea tan injusta. Si no lo encierran por extorsión y corrupción a menores, tampoco va a ir a la cárcel por un caso como el mío, que seguro hay más.  El mundo va mal. Feliz Navidad.

Anónimo.


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