Intento no parar para no pensar, ocupar mi tiempo en cualquier proyecto o en cualquier otro pensamiento para no enfrentar el vacío inmenso que se esconde en este pecho que parece forjado de piedra pero que en realidad sólo esconde una misera con la que difícilmente soy capaz de convivir.
Cuando menos me lo espero me encuentro ante un espejo observando a una persona de ojos tristes que no saben ahuyentar la soledad, que intentan dibujar sonrisas pero que no llegan a tocar el fondo del corazón y al final, cuando laansiedad me desborda y soy consciente de mí misma, me doy cuenta que mis manos están cerradas con las uñas clavándose en las palmas o directamente estoy destrozándome los brazos para expulsar de alguna manera el dolor que yo misma no puedo controlar.
El control. Para algunos la vida es aburrida cuando constantemente realizas lo mismo, la rutina (para mí también lo es, no os voy a engañar) pero luego, llega el día a día y cuando algo nuevo aparece se enfrentan dos sentimientos demasiado intensos que no controlo, la euforia y la ansiedad.
Me paso días pensando en que si pudiera llorar sería feliz, si existiera un clic en mi corazón y pudiera sentir entonces podría llorar y sacar todo este dolor sin necesidad de estar agrediéndome de forma constante porque cuando me doy, me veo… Entonces me avergüenzo pero por otra parte he empezado a saber cómo puedo sacarle partido a mis secuelas, con un poco de dolor físico puedo ahogar los dolores emocionales. No está mal, ¿No?
Hay tantas maneras de sobrevivir…
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