lunes, 6 de abril de 2015

Un cuento de sueños…


Un cuento de sueños… 

Uno no, es El cuento de los sueños de los Elefantes voladores, Su princesa, la mariposa de la princesa y la mágica dulce voz de Macha. El cuento de la oruga que vivía dentro del corazón de la princesa de los elefantes, esa oruga inocente y cariñosa que algún día se hará mariposa, y descubrirá el nombre de la princesa, y entonces, solo entonces, esa niña se podrá ir ayá, lejos, muy lejos con los elefantes voladores, a donde pertenece… Justo allí, donde a lo lejos alguien canta. A lo lejos la princesa de los elefantes canta y cantará su canción. No es el viento.   

Había una vez un cuento de una niña, y no una niña cualquiera, era ella la princesa de los elefantes. En el principio de los tiempos, los cielos estuvieron cubiertos de elefantes voladores. Cada noche yacían en el mismo lugar del cielo y soñaban. Cuando miramos las estrellas, estamos mirando los imparpadeantes ojos de los elefantes, que duermen con un ojo abierto… Pues esta pequeña niña quería conocer el sonido del aire, el sabor de la lluvia, y jugaba, pero por sobre todas las cosas, la princesa de los elefantes quería conocer su nombre, alguien se lo había estado robando, alguien le estaba cortante sus alas, pero pese a ello, ella jugaba, como una otra pequeña normal, nada se lo impedía, cuando se caía lloraba como otra niña normal, y también cantaba como otra niña normal, cantaba porque tenia una canción, no tenia ninguna respuesta, pero tenia sueños, que no correspondían a los protocolos de su familia, pero también habían muchas cosas que no debían ser ni pasar en su familia, pero pasaban, y como pasaban y no podían pasar, las tenia que ocultar, esconder, hacer pelotillas y guardarlas dentro, muy dentro de su corazón, donde no hiciesen nada de ruido, solo el pequeño sonido muy parecido al caminar de los alacranes, solo ese sonar que ella podía escuchar, que ella podía omitir que ella podía ocultar su existencia, callar, pero tanto silencio pesaba mucho, ella sentía un toro, un grandote y cornudo toro cafe dentro en su pecho que podía escuchar, aveces, crecía, aveces se hacia pequeño, aveces no la dejaba respirar, aveces no la dejaba pensar, aveces no la dejaba cantar, aveces no la dejaba escuchar… y aveces, solo aveces, no la dejaba soñar… Pero eso, solo aveces… Ella aun quería conocer su nombre, el sonido del viento, el sabor de la lluvia, el sonido y el sabor de las estrellas. 

Un día conoció a una voz, Macha, una voz, la voz de una joven mujer, o una joven chica, la Macha que pudo tocar, pero nunca ver, tenia linda y suave velluda piel, parecía buena, pero jamás la pudo ver, ella creía que era una muñeca: parlante, tímida, suave, un ángel!, debe ser un ángel encerrado ahí!. Un ser mágico brillante y misterioso, pero un ser bueno, y también observador, que se dio cuenta de su carga y sus pelotillas silenciosas dentro de ella. Pero Macha no se lo pregunto, le dijo nada, prefirió esperar a que fuera el momento, a que se acumularan mas pelotillas. Y esperar a conocer sus sueños, sus deseos. Y esperó, y esperó, y esperó a que terminaran de robarle su nombre, pero por su puesto que Macha tampoco lo sabía, no tenia como saberlo, solo sospecharlo, Macha solo le decía: no pierdas tu nombre, no dejes que roben tu nombre… Pero ninguna de las dos supo como. Y cantaban!..

Paso el tiempo, y la princesa de los elefantes aun quería conocer el sonido de aire, el sabor de la lluvia, y cantaba, le cantaba al viento, inventó una cometa, un papalote para mandarle cartas al viento. Como el viento no sabia leer, la pequeña princesa de los elefantes hacia garabatos en el sobre para que el viento se riera un rato, pidiendo que le mandara unos ratitos de sol a la princesa, y pidiéndole que refrescara al sol cuando tuviera calor… Y un buen dia la princesa de los elefantes escucho: al viento, lo escucho cantar. No pierdas tu nombre, cantaba, no dejes que se roben tu nombre, esta dentro de tu corazón, no lo olvides, no eres propiedad de nadie, de nada, no te pierdas…  Pero quizás fue muy tarde, y esa tarde muy tarde, llovió, tan fuerte llovió que cayo agua de todos colores, de todos sabores, ácidos, amargos, algunos con olor a veneno, algunos con sabor a cajeta a azúcar a pan!, a un montón de rico dulce y suave pan!… Y eso le hizo recordar a la princesa de los elefantes sus sueños, sus juegos, sus canciones, y de la pura emoción, lloró, cansada de hacer pelotillas, cansada de guardarlas y pretender no escucharlas, cansada de esconderlas para que a los demás no les moleste el ruido, porque eran pelotillas que no correspondían a los protocolos de su familia, y como no debían ser, ella debía callar, pero dentro de ella vivía esa oruga que sentía su paz, su calor, su inocencia y le recordaba que aun había amor, ilusión, inocencia, esperanza!, y lloró de esperanza, de alegría, y sintió tanta paz, no logró encontrar su nombre, pero sabe que debe estar dentro de su corazón, se lo ha dicho el viento, lo supo con el sabor de las gotas de lluvia… Y buscó…

Macha la dulce voz, descubrió una forma de sacar las pelotillas, encerrar las emociones que estas generaban dentro de un frasco de vidrio y sellarlo con magia para no volver a saber de ellas jamás, parecía que funcionaba, la princesa se sentía mejor… pero al tiempo que iban a la mitad, empezó a lucir pálida, tiesa, se sentía con frío, rígida, y un vacío  extraño, como si esas pelotillas fueran ya parte de ella, y lo eran, no era la forma de deshacerse de las pelotillas, la princesa hermosa de los elefantes se estaba convirtiendo en piedra, Macha la voz, se empezó a volver tenue, desilusionada por lo que estaba ocasionando en la princesa, se estaba convirtiendo en un pequeño elefante de piedra, hermoso mármol blanco, pero piedra de igual forma. Pero ambas escucharon al viento cantar, no pierdas tu nombre, no te pierdas, recuerda quien eres, recuerda tus sueños, recuerda tus juegos, recuerda tus cantos, recuerda tu canción, solo recuerda… Y canta! Canta como el viento, canta!…  

Y la pequeña hermosa princesa de piedra, empezó a cantar débilmente con lo poco que le quedaba de vida al elefante de mármol blanco. Pálida, ojerosa y débilmente cantó su canción, canto sus sueños, canto sus deseos, y sus juegos, cantó y cantó y poco a poco empezaron a romperse todos los frascos sellados con magia, y se empezó a llenar de una mágica resplandeciente luz, todas sus pelotillas, todas juntas formaron un enorme toro cafe de inmensos cuernos negros y cola de alacrán, silencioso, calladito, shhhh, solo emitía el sonar de las patitas de los alacranes contra el suelo, un sonar muy parecido a cadenas arrastradas sobre un suelo de mármol. Macha la voz, ahora lo recordó todo, debía enseñar a la princesa a deshacer cada pelotilla, trabajarla, deshacerla y volver a introducirla dentro de su corazón y su alma, así y solo así la oruga encontrará la salida para convertirse en bella mariposa, y volar, y hacer que la princesa pueda irse al lugar donde pertenece, con los elefantes voladores. Y cantó, y jugó y soñó y lo hicieron. Macha, dulce voz guía a la princesa con fe y amor… 

Entonces, empezaron, una a una, pelotilla a pelotilla, las había grandes, pequeñas, gigantes, y de todos colores, sabores, sentimientos y emociones. Y lo hicieron, el toro se fue haciendo cada vez mas pequeño, cada vez mas débil cada vez menos imponente, cada vez más pálido, y ahora el se estaba convirtiendo en una pequeña piedra de río pulida en forma de toro, con cola de alacrán. Y así pequeño, la princesa lo pudo guardar y lo pudo cargar, porque siempre será parte de ella, y siempre estará ahí, dentro, pero sin peso, sin dolor, sin silencio, sin batallas ni guerras, ni pretender cosas, ahora podía ser libre, ahora podía ser ella misma, ahora…

Ahora la hermosa oruga que estaba dentro del corazón de la princesa empezó a emerger: inocente, cariñosa, tierna tímida pero segura, a paso firme, iluminada con la inocencia de la princesa, impulsada a ritmo de su canción, motivada por sus juegos, sacaba las fuerzas de sus sueños y ahí, en su pequeña espalda, cargaba con algo misterioso, una piedra sin pulir, y la oruga cariñosa emergió, se miró al espejo del alma de la princesa y le gustó lo que vio, así que comenzó su transformación, poco a poco segundos a minutos a horas a días a semanas a meses, tal vez a años… su proceso terminó, y estaba lista para salir, hermosa cristalina crisálida salió una apantallante y hermosa mariposa, y le entrego su nombre a la hermosa princesa de los elefantes, muy dentro de su corazón se encontraba, ahora era un diamante, era esa piedra pulida que se convirtió en diamante precioso en el interior, todos los colores del arcoiris, arcoiris que provocan esas mágicas risas de todos los niños. Y la princesa de los elefantes lo recordó todo, recuperó sus alas, recupero su nombre, ahora estaba lista para partir, ahora estaba lista para ir aya, lejos muy lejos de todo dolor, de todo silencio, de todo protocolo tonto, ya estaba lista para ir aya donde el viento canta y los elefantes vuelan y nos vigilan con sus imparpadeantes ojos. Son las estrellas, la princesa de los elegantes elefantes voló y cantó, no porque tuviera una respuesta, cantó porque tenía su canción, y jugó hasta llegar aya, y soñó. Y recordó, lo recordó todo… Macha la dulce voz, le repitió: Lo que importa, no es lo escrito en la página. Lo que importa, es lo escrito en el corazón. Recuérdalo todo. Pero el toro no duele más. Recuerda tus sueños... Olvida el resto. Recuerda. El viento le cantó: Vuela por el camino del elefante, vuela! Y VOLÓ! A lo lejos alguien canta, es esperanza, y no es el viento, tampoco es Macha… Es la hermosa pequeña princesa de los elegantes elefantes. es esperanza...  Y VOLÓ Y CANTÓ Y SOÑO.

Anónimo 
Miembro de ASI Nunca MáMéxico

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Participa con tus contribuciones y comentarios