martes, 17 de septiembre de 2013

Cuando las víctimas logran hablar

Una de las mayores dificultades del trabajo en sensibilización y prevención del maltrato infantil son las limitaciones, cuando no la imposibilidad de las víctimas de narrar su historia, de contarla en voz alta y clara, no solo a sus familias, sino a toda la sociedad. Además de la dificultad para lograr que sean escuchadas y creídas con la misma fiabilidad con que se escucha y cree a las víctimas adultas.

Sin entrar en los problemas derivados de la fiabilidad del testimonio, de los que ya nos hemos hecho eco en Espirales CI varias veces, hoy queremos reflexionar sobre una noticia tan estremecedora como real. Los hijos de una mujer fallecida publican en un periódico una necrológica sobre su madre en la que cuentan todo el maltrato que les infringió durante su vida, expresan la paz que supone para ellos su muerte porque les garantiza el fin de su pesadilla y demandan la necesidad de que las víctimas por fin alcen la voz y no callen más. El periódico, como se puede ver en la noticia, retiró el escrito del periódico y declaró que haría una investigación sobre su publicación.
Más detalles sobre la noticia los podéis leer en este artículo de Terra y en este artículo de El Confidencial.
Esta es una noticia que produce escalofríos. Por el dolor y el sufrimiento que esconde, por el modo y el momento que han elegido los hijos de hablar, por sus palabras contundentes… por muchas cosas. Pero creemos que hay varios aspectos sobre los que deberíamos parar a pensar un momento:
1. La memoria y la justicia son dos elementos imprescindibles en un proceso de reconstrucción de la vida y el alma después de haber sufrido cualquier forma de maltrato. Los niños y niñas víctimas de maltrato necesitan ambas cosas. Poder hablar y narrar lo sucedido, que no se olvide, que no se niegue. Y justicia, no sólo en el ámbito legal, sino en el social y familiar. Que sus familias reconozcan el maltrato y les visibilicen a ellos como víctimas. No porque sean solo eso, que son mucho más que eso, sino por honrar su dolor y sufrimiento. Nombrar el maltrato no implica reducir a los niños y niñas a víctimas sino honrar su dolor y la valentía que han demostrado al afrontarlo. Esa justicia social y familiar que viene del reconocimiento de la agresión, del daño infringido por el agresor o agresora y del dolor vivido por las víctimas no lo puede dar la ley sino la sociedad, y en concreto la familia y la comunidad donde viven tanto víctimas como agresores.
2. Toda víctima siente rabia, además de miedo, dolor, impotencia y culpa, y es una rabia legítima. Esa rabia esconde un sufrimiento enorme, y la rabia les permite sacarlo fuera. Pero la rabia está socialmente censurada. Se considera a menudo “fuera de lugar” o “inadecuada”. A estos hijos que escriben esa necrológica sobre su madre, se les censura socialmente por expresar en voz alta vivencias que para cualquier persona serían dolorosas y destructivas. Se les censura por lo que dicen, pero también por la forma y el momento que eligen para hacerlo, que sin duda están elegidos también desde la rabia. Y es importante legitimar esa rabia. Los relatos de las víctimas van a estar plagados de rabia y dolor y la única forma que tienen de sanar su tristeza, no es olvidar ese dolor y esa rabia, sino sacarlos, vivirlos y sentirse reconocidos más allá de ese dolor. Solo en ese reconocimiento, solo cuando su entorno comprenda que nunca podrán ni querrán olvidar, solo entonces podrán llegar a la aceptación y paz interior. Y desde esa paz reconstruirán sus vidas.
3. Y desde todo lo anterior es el momento de recalcar que las asociaciones que se han ido constituyendo en los últimos años en nuestro país de adultos que fueron víctimas de maltrato y/o abuso en su infancia desempeñan un papel clave en la sensibilización y prevención del maltrato infantil. No hablamos de todas las asociaciones, fundaciones, instituciones y organizaciones que trabajan en el tema de maltrato infantil, en su prevención, detección y tratamiento, que son muchas más, sino específicamente de aquellas que surgen como asociaciones de adultos que fueron víctimas de maltrato y/o abuso en su infancia. Constituyen foros donde las personas que han vivido experiencias similares pueden sentirse comprendidas, reconocidas y legitimadas. Foros que pueden hablar por quienes no tienen voz. Foros que pueden exigir a la sociedad que no vuelva la vista ante esta problemática. Grupos de personas que pueden contribuir a que los demás conozcan ese dolor y sepan o mejoren su modo de intervenir y actuar ante él. Esas asociaciones legitiman el dolor y la memoria de quienes no pudieron hablar. Y suponen un reposo y un futuro para quienes han de encontrar el camino hacia esa paz interior. Su trabajo se ha convertido en un elemento esencial del trabajo de prevención del maltrato infantil, un trabajo que los profesionales no podemos sustituir, tan sólo apoyar y agradecer. Asociaciones, entre otras, como:
Estas y otras asociaciones que quizá puedan existir y de las que no tengamos conocimiento directo. Vaya esta entrada como homenaje de quienes trabajamos en Espirales CI, no sólo a personas que alzan la voz y cuentan su historia como lo hacen los protagonistas de esta noticia, sino a todas las personas que han creado esos foros o asociaciones. Todo nuestro conmovido y agradecido homenaje a su valentía.
Pepa, Javier, Lucía y David
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