La película Spotlight, traducida como En primera plana, estrenada en 2015, es un producto modesto: sin superhéroes galácticos ni asombrosos efectos especiales.
Pero, dirigida por Thomas McCarthy, ganó dos Oscar: mejor película y mejor guión, escrito por el mismo McCarthy y Josh Singer.
La razón del triunfo: su estricto relato de la investigación de un grupo de periodistas de The Boston Globe que desenmascaró un escándalo de pedofilia que la Iglesia católica de Massachusetts (aristocrática si las hay) ocultó durante años.
Mientras el trabajo original quedó acotado a los miles de lectores del diario, su puesta en pantalla, reforzada por los dos Oscars sobre seis nominaciones, estremeció a millones de almas que nada sabían de ese horror…
Además, nadie olvidará a sus héroes en la ficción: Mark Ruffalo, Michael Keaton, Stanley Tucci…
Pero, ¿quiénes fueron los verdaderos periodistas de no ficción que investigaron y sacaron a la luz el escándalo? Sus nombres: Ben Bradlee Jr., Michael Rezendes, Sacha Pfeiffer y Walter Robinson.
Con un apoyo decisivo: el del director del diario, Martin Baron, hoy en el poderoso Washington Post, cuya investigación del Caso Watergate, a cargo del novato Bob Woodward y del redactor especial Carl Bernstein, provocaron la renuncia del presidente Richard Nixon.
Sin ellos, sin su pasión, nada hubiera sucedido.
Todo seguiría en las sombras.
Una de sus lecciones: "Las grandes historias necesitan tiempo y gente que las apoye".
Y en el caso de los abusos sexuales por curas pedófilos, un doble escollo.
El caso es tan terrible, que la mayoría del público tiende a no creerlo. Prefiere suponer que se trata de una conspiración contra la Iglesia.
Recién cuando los 87 curas pedófilos de Bostonfueron acusados, y probados sus delitos, el timón de la opinión pública empezó a cambiar de rumbo.
La basura salió de debajo de la alfombra, a pesar de que por décadas, hasta los abogados negaron la veracidad del caso.
Es más. La tesis de los defensores era que los curas pedófilos "sólo son unas manzanas podridas".
Pero lo que Martin Baron y sus cuatro héroes anónimos -no eran figuras- probaron fue que todo el tronco del árbol estaba podrido y corrupto.
Nada fácil en una sociedad como la bostoniana, con casi dos millones de católicos.
Fue uno de esos luminosos momentos en que el periodismo, la prensa, dejó de ser el cuarto poder y pasó al primer puesto…
En realidad, esos repugnantes delitos de abusos sexuales perpetrados por curas de Boston salieron a la luz en 2002, y el Globe ganó por ello el premio Pulitzer: el más prestigioso de la prensa.
Pero el golpe maestro fue llevar la verdad a la pantalla.
A medida que las capas de cebolla, con larga paciencia, fueron quitadas, los periodistas descubrieron en los archivos la falaz jugada de la Iglesia para proteger a sus curas pedófilos: ¡más de ochocientos!
Como en el ajedrez, cada pieza fue cambiando de lugar…
Lejos de ser castigados, los iban mudando de diócesis: caras nuevas que no despertaban sospechas… impunes y listos para volver a las andadas.
Pero el asombro y la furia no fue exclusivamente Made in USA. Aquí, en este mundo y entre nosotros, sufrimos al cura Julio César Grassi, condenado a quince años de prisión por abuso sexual de por lo menos un menor (aunque hay otros dos acusadores), que sin embargo busca el perdón de la Corte Suprema.
Y la bola de nieve no deja de rodar…
Con el mismo empeño de los periodistas de Boston, podría haber caído mucho antes el cura Nicola Corradi (conocido en Mendoza como "el padre Nicolás", de 82 años)…, sobre el que pesaban denuncias de abuso en Verona, la célebre ciudad de Romeo y Julieta, ¡desde 1955! En tiempos modernos, casi un patriarca de la pedofilia…
Los títulos encogieron el corazón: "Detienen a dos sacerdotes por 22 denuncias de abuso a niños hipoacúsicos". Sí: chicos sordos que deberán cargar con su limitación, pero aun peor, con el dolor frente al violador.
Sucedió en un instituto de menores: el Antonio Próvolo. Y los fiscales hablan "de hasta sesenta casos".
¿Cómo llegó Corradi allí después de la denuncia en Verona, tantos años antes? Con el viejo y sucio truco que también protegió a los curas de Boston: el traslado.
Junto con Corradi cayeron tres asesores y otro cura de 56 años: el segundo acusado se llama Horacio Corbacho. Bonaerense, pero radicado en Mendoza desde hace quince años.
En los organismos oficiales lo definían como "el primer sacerdote argentino de la Compañía de María para la educación de los sordomudos": casi un título honorífico…
La olla maloliente la destapó una sordomuda que llegó hasta la senadora Daniela García durante un acto público, y por medio de un intérprete le narró uno de los casos de abuso de los que fue testigo. La senadora puso la denuncia sobre el tapete, y la Justicia no tardó en descubrir que todas las víctimas eran menores, y que los abusos sexuales habían sucedido entre el 2007 y el 2009. Hoy, el instituto Próvolo sigue dictando clases… pero sin curas.
Según la supervisora de educación especial Claudia Fernández, "cuando los chicos han pasado por situaciones de angustia, lo más aconsejable es que vuelvan a sus rutinas cotidianas".
Pero otra víctima de Corradi entró en juego con armas y bagajes: Gianni Bisoli, sordo desde los 8 años, cuyo testimonio es atrozmente antológico…
*"El padre Nicola era demasiado joven. Por las tardes, luego del almuerzo, recorría el infinito pasillo del primer piso del instituto con el rosario en la mano. Demasiado joven para las atrocidades que cometía".
*"Yo tenía 11 años (hoy, 68), y sentía escalofríoscada vez que Corradi se hacía ver con el rosario en la mano".
*"Yo venía de una familia pobre de Sirmione, sobre el lago de Garda. A Corradi lo vi sólo dos años, entre 1959 y 1962. Aún era clérigo, no sacerdote".
*"El baño de la escuela estaba al final de un corredor. Cuando Nicola nos veía ir al baño, iba a buscarnos. Nos masturbaba, y nos obligaba a hacérselo a él".
*"A veces nos despertaban de noche. Nos venían a buscar al dormitorio y nos llevaban al último piso. Corradi y otros clérigos jóvenes nos hacían apoyar las manos en alto contra una pared, con las piernas abiertas, y nos bajaban el pantalón del pijama para hacernos de todo".
*"Luego de dos años, Corradi se ordenó sacerdote, y se fue. Nos dijeron que lo habían mandado a la Argentina para ayudar a los niños".
Bisoli, que luego fue profesor de esquí acuático, narró en 2009 que "tres meses después de entrar al instituto, y hasta que cumplí los 15, fui sodomizado, y obligado a practicar sexo oral y masturbaciones por los siguientes curas y laicos consagrados".
Y nombró a dieciséis religiosos, entre los que estaba Corradi. En su testimonio ante el diario Clarín, Bisoli acusó al obispo Giuseppe Carraro, a cargo de la diócesis de Verona entre 1959 y 1978.
"El último año perdí exámenes porque me llevaban a los aposentos del obispo. Le gustaban los preadolescentes… Me llevaron cinco veces. Me tocaba, se bajaba los pantalones, y me subía a caballito. Y falsificaron mi boletín para hacer creer que me recibí un año antes, y así invalidar mi denuncia".
El obispo Carraro murió en 1980. Fue exonerado por la Iglesia de los cargos de abuso. Hoy está en proceso de beatificación.
Boston, Verona, Mendoza… ¿y cuántos lugares más, y cuántos curas pedófilos que en este mismo momento cometen abusos sexuales contra menores?
La cadena es infinita.
La condena es antigua. Bíblica.
"Pero al que escandalice a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar"
(Mateo 18:6)
Esos hombres también han violado su libro más sagrado.
Y ninguno, hasta ahora, se ha arrojado al mar con una piedra de molino al cuello.