martes, 17 de abril de 2012

Pasos.

De mi historia hay cosas que me han contado, hay cosas que como tod@s, recuerdo en partes, y hay otras que están imborrables en mi mente. Todo, lo que recuerdo y lo que no, es parte de mi historia. No todo es ASI, pero para mí, explica porqué paso.

PAPA Y MAMA

Papá es el ser mas bueno que he conocido. Demasiado, tal vez. Mamá? No es mala, pero algo no estaba bien en ella. Tener hijos era un deber. Cuando creyó que ya había terminado, aparecí yo. Nunca me oculto lo horrible que fue esa noticia para ella. Una de sus grandes "crisis" fue después de mi parto, supongo que fue depresión postparto. En fin, el vínculo no se creó. Nunca la sentí "maternal", que me amara por lo que yo era. Siempre yo era o representaba un problema, mi existencia en sí era un problema. Además, con su temperamento voluble, podía explotar ante lo más mínimo. No era agresiva en lo físico. Pero sus palabras te destrozaban, porque no era que te reprochara. No. Eras culpable de toda su infelicidad. Eras lo peor de su vida, su mayor error. Eras lo peor que el mundo había creado, y justo a ella le tocaba ser tu madre. Y lo decía sintiéndolo, llorando, gritando, histérica. Yo no quería equivocarme, quería hacerla feliz. Quería que no llorara más. Quería no ser algo o alguien tan malo, para que entonces me quisiera. Y dejar de sentir miedo.

Hoy en día ella está con medicación. Bastante mejor. Ya no grita. Puedes tener conversaciones muy interesantes con ella. Pero para mí fue un poco tarde.

EL CLAN

Al principio la vida con mis hermanos era lo mejor. Éramos un clan. Finalmente, todos temíamos a las reacciones de mamá. Así que entre todos nos cuidábamos, para que mamá no tuviera que preocuparse o tuviéramos algún problema con ella. Eran el mundo para mí. A los 12 años mi hermano mayor tuvo dificultades académicas en el colegio. Mamá reacciono terrible, lo mandó a la peor sitio a estudiar, "para que aprenda a valorar lo que tiene". No quiero ni saber que le pasó, pero sé que a partir de ahí él cambió. Empezó a jugar conmigo "al doctor", yo tendría 4 años. Ese no fue el abuso, aunque la diferencia de edad ya pesaba. Cuando le conté a mamá que me ardía "abajo" después de jugar entro en cólera. Recuerdo con pavor oír sus gritos, mi hermano sentado en la calle ya en la noche sin saber si lo dejarían volver a casa. Recuerdo que yo me sentí culpable, y que nadie me explicó nada.

COLEGIO Y CHANTAJE

Para entonces yo ya iba mal. No confiaba en los adultos y no sabía como relacionarme con los de mi edad (mis hermanos eran mayores que yo). Resulté ser lista, lo cual me convirtió mas impopular ante mis compañeros. Me mantenía sola. Mi vida social: mis hermanos. Como ya conté en algún lado, todo empezó por culpa de unas revistas de pornografía que mi hermano mayor quería ver. Yo aún me sentía responsable por el castigo que le había tocado, así que yo las compraba. Pero ya sabía que eso era "malo". Quería saber de que eran. Empezó el chantaje. Era tener que tocar, dejarme tocar, dejarme ver. Y si me quejaba, entonces le diría a mamá. Y entonces se va la memoria. Yo odiaba esos momentos, no quería sentir. Creo que por eso no recuerdo, no "estaba" ahí. Odiaba mi cuerpo, que fuera de "niña". Además, mi cuerpo me traicionó. Mientras mi mente y yo huíamos cuando él me tocaba, un día mi cuerpo empezó a responder. Y entonces se hizo consciente. Yo solo sentía que me faltaba el aire, que una ola de calor me invadía, que algo en mi iba a explotar. Reaccioné, supliqué, pedí que parara. Mi primer orgasmo fue terrorífico. Fue sentir que me moría. Es lo que recuerdo. Es por eso que recuerdo.
Después vino la primera comunión. Tendría 8 años. La religión es importante en mi cultura, y yo, que ya me sentía huérfana y engañada por mis hermanos, volví a aterrizar duramente cuando, en mi primera confesión, el sacerdote me preguntó: "Y tus pecados, son en blanco y negro o a colores?". En ese momento entendí que yo ya había perdido la inocencia. No fue que sintiera vergüenza, sentí que "ese señor no sería capaz de entender"
Empecé a desear la muerte. Lloraba de tristeza cuando sabía que un niño estaba enfermo: la que debía estar enferma y morirse era yo. Lloraba todos los días en la mañana, en el bus del colegio, porque había amanecido viva.

SALIR AL MUNDO

Algo de bueno tuvo ser lista. Gané una beca para una escuela mas avanzada, por un mes, en otra ciudad. Fui a donde una familia normal, con hijos normales, y la vida cobró sentido. Lo que no recuerdo de 10 años de vida es lo intenso que recuerdo esa época. Mi momento mas feliz. Tuve amigos. Jugué. Fui yo. Libre. Sin miedos, sin amenazas, sin culpas.
No se porqué nadie se preguntó porqué una niña de 10 años no quería volver a casa.
Pero tocó volver. Sin embargo, ya no solo había tristeza y miedo. Tenía rabia. Sabía que no era justo. Me enfrenté a mi hermano, le dije que no tenía miedo. Y vencí. De ahí en adelante, me convertí en una luchadora.
Había aprendido que la felicidad si podía existir, y que iba a luchar por ella.

LA LUCHA

Me convertí en la oveja negra. De repente criticaba, señalaba. En un mundo donde todo se callaba. Mamá perdía el control sobre mi. Sus gritos no me asustaban. Sus crisis no me asustaban. Pensaba: lo peor que puede pasar es que yo me muera, y en el fondo, es mejor que estar así. No me enfrentaba de valiente. Aún me atemorizaban mil cosas del mundo. Me enfrentaba porque no había nada que perder. El "clan" se desintegró. Tampoco contaba con mis hermanos. Mi padre amaba tanto a esa mujer enferma que no sabía que hacer. Quería irme, pero no me dejaban. Quería ayuda, pero me la negaban. Chantaje nuevamente: te quitaremos todo, tu posibilidad de estudiar, tu futuro. Y tenía miedo de mi lado "oscuro", de cómo lo manejaría una adolescente sola en el mundo. Había empezado a leer; el futuro sin ayuda no pintaba bien: prostitución, drogadicción, revictimización, o, en el peor de los casos, convertirme yo misma en una abusadora. Estaba sola, estaba mal y sabía que no quería depender nunca de nadie más. Mi posibilidad era estudiar. Me quedé

LA CONVIVENCIA

Me quedé, pero no me callé. El odio hacia mi hermano era patente en cada palabra, en cada gesto, en cada hecho. Y sin embargo, nadie preguntaba porqué. Pero, nadie me callaba. En algún momento llegué a desear destruirlo, destruir su futuro. Tumbar todo el castillo de naipes abajo, acabar con toda la farsa. Y mi madre? Sus palabras ya no me dolían, pero me irritaban. Aún pensaba igual: lo peor que puede pasar es estar muerta... Conozco muy bien esa etapa de la ira y el odio. Solo amaba a un ser. A mi padre. Y sabía que lo destruiría. Él, que había soportado todo por esa mujer; él, que me quería tal cual como yo era, desde que supo que yo existía; él, que contaba con una adolescente adolorida e iracunda como única aliada en su vida. Él. Por él. Quería ser como él en su corazón. Las personas que me habían hecho tanto daño nunca les había importado el dolor de otros, la destrucción que dejaban. No, yo no sería como ellos. No iba a hacerles el honor de perpetuar el ciclo de odio y destrucción. Los iba a superar. Así no tuviera la mas mínima idea de como hacerlo

VOLVER AL MUNDO

Aprender a estar en el mundo después de tanta rabia ha sido difícil. Aprender a vivir con mis fantasmas, también. Aprender a no destruir, también. Porque no solo quería destruirlos a ellos, quería destruir todo a ver si terminaba mi vida, el dolor de estar viva. Decidí no destruir, pero me volví en una especie de "conciencia". Ya que no podía cambiar el pasado, iba actuar en el presente. Señalé, mostré, hablé, critiqué. En eso si he sido implacable.
Que mi hermano me pidiera perdón fue la evidencia que sí, que tal vez era mejor construir que destruir. Porque yo necesitaba oír esas palabras para sanar un poco. Mamá? Al menos aceptó recibir tratamiento, aunque no se si es consciente del daño que hizo...
Aprender a amar la vida no es fácil. Aprender a vivir, tampoco. Aprender a amar, aún estoy en eso. Perdonar a mi cuerpo? No he podido. Estoy en todos esos caminos, ojalá avanzando

Mi historia es, en muchos aspectos, bastante "soft" desde el punto de vista ASI. A ratos me da vergüenza cuando leo por lo que much@s han pasado, porque no sé si yo hubiera podido sobrevivirlo. Mi infierno no fue violento en lo físico, aunque tal vez si en lo mental. Mi historia no es de una valiente luchadora, sino de alguien que ha tomado decisiones según sus temores se lo han permitido. Nunca en mi corazón me he dejado de sentirme huérfana y traicionada, y aún siento esa sensación de desamparo. Y mi mente no perdona la traición de mi cuerpo.

En fin, esa es mi historia.

ANONIMO.

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