domingo, 30 de junio de 2013

ESE CAMINO



Es increíble ser consciente hasta qué punto,siguen influenciándonos nuestras conductas de supervivencias aprendidas a golpes de miedo,terror o desengaño.
Creer que de nuevo te la juegan,sentirte utilizada,ignorada,todo está a la orden del día cuando el hecho proviene de alguien a quien quieres y una vez más te sientes inferior o defraudada.

Creemos haber llegado a conocer la felicidad,e incluso te sientes plena y cuando una piedra de esos cimientos en los que has basado tu recuperación se empieza a mover,temes que todo lo construido con tanto esfuerzo se vaya al garete.
Y aquí es donde nos engañamos,porque seguimos siendo las mismas personas de hace cuatro días,sólo ha cambiado nuestra actitud,por cansancio,por agotamiento físico,por un exceso de energía por alcanzar las metas deseadas,y no verlas cercanas,y entonces la ansiedad y la desesperación se disparan.

Todo el mundo nos pinta la recuperación como un camino arduo y difícil y es cierto que lo es,pero dónde empieza este camino, y dónde acaba?

No sé el día que yo empecé a caminar,sólo sé que sin planificarlo me vi en él.
Es cierto que muchas veces deseé ser "normal" y que eso que siempre estaba en mi cabeza desapareciera,y había momentos en los que me preguntaba qué tendría el resto del mundo en la cabeza mientras yo sólo podía pensar en esto.
Llegó un momento en el que se convirtió en obsesión,sólo vivía para y por los ASI.
No puedo entender como esa sociedad que no ve está tan ciega.
Cuando llegué a este punto,y mi propio psicólogo me recomendó dejar los estudios,sin saberlo,dejaba escapar un sueño,en el que me había refugiado durante años.
Estaba en COU y la verdad es que aunque mi único deseo era abandonar mi pueblo,no tenía ni idea de lo que haría con mi vida,así que la recomendación de aquel psicólogo,supuso,una vez más un descanso para mi mente.
Durante años ,no fui consciente de lo que supuso aquella decisión,y creo que supuso el principio de ese camino tan largo,lleno de fuertes pendientes,y grandes bajadas a un precipicio sin fondo.
Recuerdo cómo llegado a este punto,me importaba bien poco el qué dirán,y si bien no es que fuera gritando lo que me había pasado ,sí es cierto que bastaba poco para que yo se lo contara a alguien.
Era la justificación para todo,mi falta de deseo sexual,mi ludopatía,mi alcoholismo,mi falta de autoestima,mis deseos de autodestrucción....y he dicho los más gordos,porque también me valían para justificar el hecho de no estar nunca en casa,el no sonreír,el no salir con chicos,el no bailar,el no arreglarme,el raparme la cabeza,era toda una justificación.
Pero un día te das cuenta que en este largo camino,ya dejaste atrás las justificaciones,y que llevas andado más de la mitad,y aún así lo único que te sirve de justificación es la culpa que te sigue acompañando.
Y es cuando despiertas ,cuando decides ser realista y racional ,cuando descubres que la culpa la tuvieron otros y por lo tanto ya no sirve de justificación.
Te agarras a esa culpa,y se la vas devolviendo a esas personas que de verdad la tuvieron,a cada uno en su justa medida y cuando lo has logrado,es cuando te das cuenta que el camino está llegando a su fin,que ya nadie puede contigo y que eres capaz de todo.
Así ha sido mi camino,y como me queda un fleco colgando,y quiero resarcirme de lo que me quedó pendiente,me pondré a ello.
Durante toda mi vida ,las personas que me rodeaban ,desde profesores a familiares,vecinos,todo el mundo alabó mi gran inteligencia,que quedó desaparecida en séptimo de EGB,escondida tras el horror de una navaja.
También he conseguido hacer desaparecer esa navaja,y a mis treinta y seis años ,decido retomar los estudios.
Es mi gran espinita clavada,esa que aún no me he podido quitar,mi fleco pendiente...
Y como ya puedo con todo,este año,me matricularé en la UNED y a cumplir mi otro sueño,estudiar.

sábado, 29 de junio de 2013

RECUERDOS


“Querido diario:

Hoy vi amanecer. Me gusto mucho. Despues fuimos al super a conprar y me conpraron un gato que canbia de color cuando hace frio…”

Mis escritos siempre han sido caóticos. Esta fue una de las muchas veces que empecé un diario -uno de esos que se vendían en las papelerías por poco dinero, tamaño media cuartilla, tapas rojas y un candadito de plástico dorado- con intención de escribir metódicamente todas las noches, y que siempre abandoné. Tengo siete hojas escritas, el resto está en blanco. No me gustaba porque sus hojas no tenían líneas ni cuadrícula como en mis libretas. Y yo era muy torpe en la escritura, torcía los renglones si no tenía una guía sobre la que apoyar las letras y no era capaz de mantener unos márgenes adecuados. El título -Querido diario- para cada “entrada”, que completé con el nombre del pueblo con mar en el que veraneaba y su fecha, lo puse porque así me lo recomendó alguien, no recuerdo quién. Pero tampoco he mantenido esa tradición. 

Recuerdo esa mañana. Tenía nueve años y fue la primera vez que vi amanecer. Me levanté de madrugada con la esperanza de ver salir el sol. Llevaba varios días intentándolo y aquella mañana lo conseguí. Recuerdo que busqué mi bañador entre las camisetas del Pato Donald y las libretas del colegio que siempre venían conmigo para no olvidar que ese año también había suspendido. Tal vez eso era la única conexión con la vida real que traía conmigo al paraíso. Me senté en la terraza y miré el faro con su cadencia de destellos. El sol saldría por lo que sabía ligeramente a la izquierda del faro y me di cuenta que el cielo, no sólo en esa zona sino en toda la franja de la bóveda celeste que tocaba el mar, ya estaba claro. La línea del horizonte trazaba dos colores altamente diferenciados: una luz rojiza que descansaba sobre la oscuridad del mar. 

No sólo me gustó mucho. Fue extraordinario. Tan sublime que no tengo palabras para describirlo a pesar de verlo en mi mente con total claridad. Lo mas que puedo hacer es remitiros a la imagen que veis en el fondo de este blog, que está oscurecida pero refleja precisamente los momentos iniciales del amanecer, aunque mí evocación mental es mucho mas impactante. He visto el sol naciente muchas veces desde entonces, pero ninguno ha igualado a aquel que de niña presencié por primera vez. 

Recuerdo el gato. Me lo compró una de mis Madrinas “menores” cuando la acompañé a la tienda. Era de cerámica, pero su tacto era áspero porque su lomo estaba cubierto por una especie de pintura roja que se volvía azul cuando bajaba la temperatura. Mi Madrina lo guardó un rato en la nevera para poder admirar el cambio. Me pareció algo mágico.

Todas estas imágenes acuden a mi mente en tropel con sólo ver las tapas de ese librito. Son simplemente palabras escritas en un diario de hojas ya amarillentas, pero que me evocan innumerables recuerdos. Era mi primer diario propiamente dicho. La primera vez que me proponía ordenar mi mente en un libro de hojas en blanco como había leído en algún sitio que hacían las jovencitas. Pero no era el primer texto que ha reflejado mis pensamientos. He conservado alguna libreta del colegio, muy anterior a esas fechas, en la que mezclo ejercicios de matemáticas con textos en los márgenes. Otras han sido utilizadas exclusivamente para escribir cuentos secretos en los que sin darme cuenta empezaba utilizando la tercera persona del singular, para terminar el relato en primera persona expresando un detalle de mi vida real. Cuando me casé tiré la mayoría de esas libretas, pero aún conservo en mi memoria la imagen de palabras escritas con letra temblorosa y millones de tachones que traen momentos no tan tiernos. 

“Me quiero morir. Hoy me cerre en el baño a oler el alcol” Curioso recuerdo el de esa oración. Mi padre bebía mucho, y oí a alguien decirle que si seguía bebiendo alcohol se iba a morir. Así que una tarde que estaba en el cuarto de baño vi el frasco del líquido desinfectante con el que mi madre nos curaba las heridas y me vino a la mente esa frase. Mi primera intención era beberme todo el bote de un trago. Ni siquiera lo iba a probar previamente porque si no me gustaba su sabor seguramente no me atrevería a hacerlo. En su lugar me llegó su aroma (aún no había descubierto que podía anular mi sentido del olfato) y su olor me atrapó como años mas tarde me atraparían la coca o las anfetas. A partir de ese día me he pasado horas encerrada en un baño simplemente sentada en la taza del váter con el frasco abierto pegado a mi nariz. De hecho, el alcohol es de los poquísimos productos de fuerte olor que mi mente no ha olvidado ni bloqueado nunca. Sólo ahora soy consciente del estado de embriaguez en el que vivía en muchas ocasiones con menos de diez años de edad.

En estos días he recordado otro diario que tuve ya en mi adolescencia. Lo empecé cuando cesaron los abusos, en la casa de mi Madrina. Apenas recuerdo su contenido, creo recordar haber hecho una leve referencia a la situación política del país, con el fallido golpe de estado del 23-F y la tarde de nervios y llamadas telefónicas que se sucedieron a lo largo de ese día. Pero poco mas. Es el único diario que descubrió mi Madrina algunos años mas tarde y sin duda en él encontró pensamientos íntimos que no le gustaron, porque recuerdo la regañina que me echó ella al leerlo. Me acusó de escribir tonterías que no llevaban a ningún sitio. Me dio tanta rabia que lo hubiera leido que lo quemé aquella misma noche provocando un pequeño incendio en la cocina. Creo que en esa época se había iniciado nuestra pequeña guerra civil por mi mal comportamiento.

A partir de aquel día empecé a escribir relatos cortos de ficción. No conservo ninguno. Siempre me parecieron vacíos de contenido y mal expresados. Las historias de mi cabeza siempre han sido mucho mas espectaculares que lo que he conseguido sacar en tinta. Tan sólo conservé durante algún tiempo uno de esos relatos. Y terminó en la basura cuando tuve la estúpida idea de compartirlo con mi hermana cuando volví con mis padres a los veinte años.

Ella siempre ha escrito relatos de ficción. De niña se inventaba cuentos fantásticos que me enganchaban hasta el final. Y cuando ambas éramos adultas se me ocurrió compartir con ella aquel escrito para que me diera su opinión. Relataba una violación. La agresión sexual de una joven a manos del chico que le gustaba. “Se nota que nunca te han violado. Yo sé lo que es eso”. Fueron sus palabras textuales, que volvieron a mi memoria cuando el año pasado me aseguró que los abusos de mi padre a ella no habían pasado de escuetos tocamientos y los míos simplemente no existieron. No sé a ciencia cierta si mi padre fue su agresor (mi hermano me aseguró que sí) pero me demuestra que aún hoy vive en la negación de los abusos y que ya entonces todo lo que tocase el tema estrella familiar, aunque fuera de refilón, no era bien recibido, y denotaba una falta de empatía total por su parte. 

La otra libreta que conservo, es donde confieso mis temores durante mi embarazo, y las tres barbaridades que yo estaba dispuesta a cometer si mi bebé era una niña que pasara una infancia similar a la mía: matar a su abusador, matarla a ella (para que no pasara el tormento que yo he pasado) y matarme yo. A partir de ahí, la mayoría son recuerdos inconexos de los abusos. Creo que de alguna manera estaba intentando poner orden el bombardeo de imágenes de mi infancia que se acumulaban en mi cabeza desde hacía años. La mayoría de los recuerdos de este blog proceden de esa libreta. 

Son simplemente palabras escritas o escuchadas, a veces inocentes, rescatadas de la memoria para evocar sentimientos de toda condición, y que a veces sin querer tienen una carga de profundidad brutal. Como cuando las recuerdo de mis Padrinos, acompañadas de imágenes del pasillo de casa y oírles comentar “Si, la niña ha vuelto a suspender las notas del colegio” y luego dirigirse a mí bromeando, como quitando importancia: “Te vamos a llamar la mujer de Atila, el rey de los Hunos”, porque la calificación que mas destacaba en mi boletín de notas era el uno sobre diez. Un juego de palabras al que en esos momentos no le veía ninguna gracia porque entonces no tenía sentido para mí. Y lo cierto es que sigo sin verle la gracia a pesar de entender por fin el chiste. Sé que lo decían con buena intención, para que yo no me agobiara por suspender y me hundiera mas pero ahora me doy cuenta de lo inapropiadas que a veces eran sus actitudes, causadas por el desconocimiento. 

Cuando había movidas en casa, cuando había revuelo por la interacción con mis padres, siempre trataban de aislarme de aquellos jaleos, procurando que yo me centrase únicamente en mis estudios: ”Olvídate de todo lo demás. No pienses en tus padres, ni en si estás con nosotros o con ellos, ni nada. Tú estudia y olvídate de todo” Como si fuera tan fácil ser normal y buena estudiante cuando lo único que ves en ti misma es a una perdedora. Es cierto que de niña no pensaba en los abusos como un lastre, como algo consciente. Todas las escenas con mi padre volvieron a mi mente con dieciséis o diecisiete años como auténticos viajes al pasado, con ataques de pánico incluidos, pero con nueve o diez años yo ya no me sentía normal. Yo era una inepta de la que toda la clase se burlaba, que no sabía leer en alto porque se le trababa la lengua y todavía sumaba con los dedos.

En casa de mis padres la situación no era mejor. Al contrario, no recuerdo palabras de ánimo por parte de nadie, no recuerdo reconocimiento ni ayuda, solo amenazas: “Verás cuando venga tu padre y se entere”. Recuerdo estar en la mesa de la cocina memorizando algún texto y al levantar la cabeza para retener lo leído repitiéndolo en mi mente con los ojos cerrados, recibir una colleja de mi hermana con su grito correspondiente: “¡Estudia!”. 

Y tapar el maltrato y los abusos con expresiones del tipo “no digas nada, no le enfades mas”. Como cuando escuché a mi madre mientras me curaba un moratón en mi ojo provocado por mi padre decir: “te quedarás unos días en casa. Cuando vuelvas a la escuela, dices que tenias fiebre, así nadie verá lo fea que estas.” Era otra época, cuando el maltrato en el hogar era algo asumido por la sociedad como inevitable, cuando la expresión “Los trapos sucios se lavan en casa” estaba a la orden del día. 

Otras veces eran palabras malinterpretadas por mí o no recuerdo bien qué es lo que las provocó, como cuando mi Madrina me dijo que yo era igual que mi padre. Oír sus palabras en mi cabeza aún me produce dolor. 

Palabras y mas palabras. Miles de recuerdos sonoros que fluyen en mi cabeza como grillos en el jardín, a los que intentas cazar guiándote por su sonido sólo para descubrir que suena justo en el lugar que has abandonado. Simplemente palabras que han dejado su huella en mí, como cicatrices escondidas tras las grandes heridas de mi infancia, y que ahora que estoy sanando salen a la luz como las flores dibujadas de aquel papel pintado original que aparece tras capas y capas de pintura añadida con los años. 

Y lo cierto es que no sé si fue el hecho de plasmarlo en papel, o que la edad te recoloca las cosas, pero desde que lo escribí mas ordenado, intentando poner fechas aproximadas, uniendo recuerdos que creo que pertenecen al mismo día, buscando referencias… esos recuerdos se han hecho mas reales y no han desaparecido de nuevo en el subconsciente. 

Un amigo decía que hay tres cosas que no podemos controlar: lo que soñamos, a quién queremos y lo que recordamos. Es curioso cómo funciona la mente en el tema de los recuerdos en los ASI, sobre todo cuando han sido “escondidos” por el trauma, y nadie quiere colaborar para completar esas lagunas que tenemos. Cosas que estamos seguras que ocurrieron al detalle que se mezclan con sonidos, sensaciones, imágenes difusas que siempre hemos pensado que son ensoñaciones o algo así, y que un día de repente les damos carta de naturaleza y empezamos a pensar que esas cosas "raras" pueden ser tan reales como lo que ya recordamos bien. 

Porque en trece años ha habido muchos mas abusos de los que yo recordaba. Y ahora, haciendo un repaso de esos recuerdos -desde hace un año apenas hay uno o dos recuerdos nuevos, sólo se "amplían" los viejos- me he dado cuenta que "saber", recordar con fijeza, sólo hubo siempre cuatro o cinco escenas de abusos que nunca he olvidado, entre ellas la que creo que es la primera violación de mi padre. El resto han ido y venido por mi cabeza por temporadas, como cometas estelares. Venía el recuerdo y yo pensaba "Ah, si, eso también me ocurrió" y volvía a olvidarlo por otra larga temporada. Siempre ha sido así durante toda mi vida. Y sólo ahora es cuando han aparecido los recuerdos del vecino y mi hermano. Eso jamás lo recordé hasta ahora.

Me pasó con el recuerdo de mi vecino. Lo recordé por primera vez hace tres años, pero ahora ya sé porque siempre pensé que era un recuerdo con mi padre: Mi vecino abusó de mi cuando yo era muy pequeña (yo de pie le llegaba a la altura de su pene) y lo debí de olvidar. Y con trece años, cuando mi padre empezó a obligarme a hacerle felaciones y me empezó a practicar cunnilingus con asiduidad, recordé a mi vecino y me dije “esto se lo hice a otro señor”. Y con los años lo volví a olvidar, pero el haberle recordado con trece años me hizo "fundir" ambos recuerdos, por la similitud de los gestos, y por eso siempre que recordaba lo de mi vecino yo pensaba que era mas mayor y con mi padre. 

Así es como he recordado muchas veces, aunque no siempre es de esa forma. Varios recuerdos han vuelto a mí en sueños y pesadillas. Y en alguna ocasión (las menos) han sido de repente, sin previo aviso, he visto algo, he olido algo, he escuchado algo y ¡Bumm! toda la escena de golpe y porrazo, como venida de la nada. Y me ha metido unos sustos enormes. 

El blog ha supuesto para mí toda una terapia no sólo para comprender hechos y acontecimientos. Ha sido sobre todo una base sobre la que apoyar razonamientos nuevos que me han ayudado a afianzar nuevas posiciones. Entender que los abusos no fueron responsabilidad mía, ni siquiera imprudencia por mi parte. Y recordar. Utilizar mi blog como mesa sobre la que extender las piezas del puzzle de diez mil piezas y empezar a armarlo con paciencia por áreas, algunas compuestas sólo por dos o tres piezas al principio, otras que me hacían ver mas o menos el dibujo que se esconde. 

Lo cierto es que a veces me siento como si por primera vez estuviera realmente saliendo de la tormenta cuando completo un área de ese puzzle. Una tormenta con algunos claros y descansos en los que he podido reponer fuerzas para seguir en la lucha. Pero ahora me puedo permitir el lujo de admirar el paisaje alrededor además de tomar un descanso. Ahora, como en aquel primer amanecer, puedo dormir al calor de aquellos primeros rayos de sol que me bañaron por primera vez.


"Somos lo que recordamos". 
Norberto Bobbio. (1919 – 2004) Jurista, politólogo y filósofo italiano.



lunes, 24 de junio de 2013

OLVIDALO

Me gustaría entenderme,porque hay muchos días que aún no me entiendo y que racionalmente reconozco las cosas que me ocurren como parte la vida,aunque visceralmente mi mente me juega malas pasadas y me devuelve emocionalmente a hace unos años.
Esos años que todo lo que me pasaba era malo,esos años en los que todo lo que me pasaba me lo merecía sin más y era lo que iba a tener en mi mísera vida.
Estos días he estado bastante ocupadilla,planeaba una mudanza,que al final lógicamente no hago.
Pero la experiencia de comenzar a desmontar mi casa fue más que grata al empezar a descubrir ,"viejos tesoros",esos que ya no recordaba que tenía.

Entre ellos comienzan a salir los informes de ingreso en los distintos hospitales de la isla,y la rabia me consume cuando en antedentes de hecho ,todos escribían:refiere SUPUESTOS abusos sexuales en la adolescencia.

Refiere? en eso quedaba todo en que una paciente que ingresa por intento de suicidio refiere?¿Acaso no es lo supuestamente grave para que indagues y compruebes si son supuestos o no?

Te importaba una mierda.Medicación por un tubo,y que se mantuviera calladita y sin alborotar los quince días de ingreso.

Entre estos papeles,también encuentro un informe médico en el que se da mi diagnóstico de cara al juicio de custodia por mis hijos.

Es el único que habla de TEPT.El único,entre decenas de ellos y me sentí orgullosa de ver que al menos uno de los psicólogos o psiquiatras que me vio estaba en lo cierto.
Pero tras ese orgullo,me acude una rabia enorme,al saber que uno me creía pero aún así no supo cómo llevar el tema.
Y es denigrante,que con toda la cantidad de psicólogos o psiquiatras que me he cruzado sólo uno se haya dado cuenta y lo diagnostique,pero lo peor es que ese uno no supiera cómo abordar el tema,e irremediablemente las cifras vienen a mi cabeza pero es imposible que me salgan.
Si uno de cada cinco niños,según el consejo de Europa, sufrirá abusos sexuales antes de cumplir los dieciocho años,y sólo uno de cada diez que le ocurre habla en el momento que le ocurre,y para colmo va a dar con un terapeuta que duda de su existencia,o si tiene mucha suerte y da con el que lo crea y éste no tiene ni puta idea de qué hacer con él?¡¿A dónde cojones va esta sociedad?!!!
Cuando a día de hoy hay médicos que te dicen ,olvídalo ,eso ya pasó...pero hijo de puta si tú tienes un accidente y te quedas cojo,también le dices al paciente que eso ya pasó?que deje de cojear?
¿Cuando entenderán que esto es un trauma,y que hay que tratarlo como tal?¿Cuando entenderán que no se puede olvidar?¿Cuándo se darán cuenta que por esta regla de tres el veinte de sus pacientes podría ser una víctima ASI?

¿Y cuando se pondrán las pilas,y nos darán la ayuda que necesitamos,sin drogarnos,sin esperar que no armes lío,y puedas adaptarte a una sociedad que te ha hecho víctima?
Señores especialistas,queda mucho por hacer,pónganse las pilas,y no esperen que se olvide,porque en el olvido tú también juegas...



miércoles, 19 de junio de 2013

EL DOLOR DE LA IGNORANCIA

No hay peor ciego que el que no quiere ver.

Eso dice nuestro gran refranero español y que tan ciertamente siempre da en el clavo.
Estoy un poco espesa ,así que no sé si al final de esta entrada habré conseguido mi propósito de hablar de lo que quiero.
Desde muy pequeñita,recuerdo haber amado a mi padre.
Tengo pocos recuerdos de él durante los primeros años de mi vida,y casi todos son malos,muy malos.
Las peores pesadillas me las produjo él,mientras amenazaba a mi madre o rompía muebles a puñetazos.
Mi madre cuenta que sólo le pegó dos veces,una cuando estaba embarazada de mí,la otra no lo sé.
Sin embargo ,yo recuerdo decenas de separaciones,de salidas de casa,de gritos constantes,y de terror.
Los pocos recuerdos buenos eran acerca de un juego que hacía con él,mientras aún estaba sobrio,en el que entre trago y trago de cerveza,yo sentada en sus piernas,le agarraba la boca con todas mis fuerzas y le decía -Habla! y él me contestaba -Hablo...
Le soltaba y se la volvía a coger en otra posición y se repetía el juego.
También recuerdo en contadas ocasiones,sentarme en su pie y hacerlo caminar,conmigo encima.
Esos eran recuerdos gratos,recuerdos que pueden hacerme justificar mi amor hacia él.
Pero a medida que fui creciendo y que mis abusos fueron in crescendo,comencé a ser muy consciente del daño que los hombres en general ocasionaban a las mujeres de mi alrededor,y como no a mí misma.
Fuí consciente que en esta bonita familia de terror,sobraba uno,y que sólo había una víctima.
No era cierto ,éramos varias las víctimas,aunque reconocida sólo una,mi madre.
Pero que hay de mis hermanos mayores todos,iban desfilando de casa apenas tenían posibilidad,una con 18,otro con 16 y el otro 19.
La más ignorante yo,con 21.Sentía que no podía dejar a mi pobre madre con un maltratador.
Pronto descubrí que aquel cariño que tenía por él,se había convertido en odio y ya hace varios años que se convirtió en nada...porque no sé qué siento hacia él.
Pienso en él y sólo veo su imagen sentado en su sofá junto a la mesa camilla,con dos cervezas delante,mientras yo que acababa de ser abusada por Francisco,me escondía debajo de esa mesa camilla,con un brasero de carbón y sólo salía a tomar aire cuando me empezaba a marear,pero nadie se daba cuenta...
Otros de los pocos recuerdos agradables que tengo con él,son en el campo.
Teníamos un pedazo de tierra donde cultivábamos las hortalizas y verduras para casa,y a mi me encantaba acompañarlo también a regar,sembrar ,pero no siempre a recoger.
La ignorancia siempre presente,el desconocimiento o falta de atención hacia mí,se tornaba en pánico,cuando teníamos que recoger las patatas,o las judías.
Como en toda aldea el traslado de la cosecha se hacía con mula ,o burro y un carro,con lo cual a medida que se iba recogiendo mis padres se volvían con la carga,y a mi me dejaban allí,en el campo,bajo el cuidado de Francisco.Lloraba,pataleaba por volverme a casa ,pero ellos nunca me dejaban y al igual que ocurría en casa cuando me escabullía debajo de aquella maravillosa cama,en el campo buscaba el trozo de tierra sembrado de maíz.
Salía corriendo y me quedaba muy quieta tumbada en el suelo,para que no se moviera una hoja,mientras que oía el ruido de Francisco buscándome entre el maizal.
Y era entonces cuando más odiaba a mi padre,cuando mis lágrimas no le hacían apiadarse de mí y en su ignorancia,dejarme con el cazador.
Fuí creciendo,y él más calmado,fue muriendo para mí.
Dejé de sentir, nada más que asco,eso sentía y no comprendía cómo mi madre entre todos,lo eligió a él.
Y creo que el día que de nuevo me presté a hablar con él,el día que le conté que había sido violada,y nada cambió en mi vida,ni en casa,murió para mí.
Quiero encontrar un sentimiento hacia él.
No siento amor,tampoco odio.No siento pena ,ni dolor,ni alegría,ni rabia.El miedo se acabó ,y  mientras sigo buscando,intentando descifrar eso que todo el mundo dice que he de sentir,lo único que siento es ignorancia.
Lo veo un ser ignorante ,ignorante de la vida,ignorante de este mundo e ignorante de toda una vida marcada,la mía,bajo su eterna ignorancia...porque a día de hoy sigue ignorando mi historia,porque a día de hoy prefiere ignorarla,y su afán de hacerse pasar por padre no convence.
Así que como de todo se aprende,yo también la elijo a ella,porque cuando ignoras ,no sufres,y yo simplemente ,lo ignoro.


lunes, 17 de junio de 2013

Un millón de gracias

Hacen ya más de cinco años que empece a escribir en un blog.

Mi idea original era recopilar en un solo lugar la mayor información en español sobre el abuso sexual infantil. Lo logramos.

Después nació la idea de crear otro blog que sirviera de medio de expresión de los sobrevivientes, sus relatos anónimos que ayudarán a otros a ver que no estaban solos y que lo que les sucedía a ellos era un sentir de muchos, muchos más.

También nació la idea de crear un blog que juntara a todos aquellos que hacemos algún esfuerzo en Hispano-américa contra el mayor delito contra la niñez y la humanidad: el abuso sexual infantil. Creamos la Red Hispanoamericana contra el Abuso Sexual Infantil.
Con este acontecimiento casa día somos más.

También nació la idea de crear un blog que juntaría material para prevenir y ayudar a los sobrevivientes y a las personas deseosas de ayudar a prevenir.
http://comicontraelabusosexualinfantil.blogspot.mx/


Estos blogs en su conjunto han llegado a mas de un Millón de visitas. Se lee muy fácilmente, pero considero que es un logro que vale mucho la pena celebrar y nos debe ayudar a reflexionar sobre lo que estamos haciendo y de lo que estamos dejando de hacer.

Muchas gracias a todos ustedes por leerlos, por difundir y aportar en su contenido.
De corazón espero inspirar a muchas más personas a tomar acción. Porque desde luego se necesita mucho que hacer al respecto. Siempre he creído que esto debe ser sólo el principio.

No puedo desaprovechar la oportunidad para decir que necesito de tu ayuda, de tu aporte y voluntad desinteresada en ayudar a otros.

Por ultimo, quiero compartir en este artículo un texto que refleja fielmente en donde nos encontramos frente al abuso sexual infantil.

"La pedofilia no es una enfermedad, es una elección conductual, una proclividad porque está vinculado, al igual que la violación, más al poder que al sexo. No es tanto placer sexual como el placer de sentirse al margen y por encima de toda norma de convivencia, de toda regla moral, y tener a su merced a otro ser humano sobre el cual se ejerce la lascivia y la depravación, sintiendo que está libre de castigo. Sólo hay una solución: hacerle sentir que la sociedad no tolerará esa conducta y penalizarla con rigor. No es "salvar" al pedófilo de su vicio, sino a sus víctimas de su aberración lo que realmente cuenta. Si no es se es capaz de convivir respetando los derechos, fueros y la integridad de los demás, entonces la sociedad tiene que apartar y aislar a la bestia, para protegerse a sí misma."

Porque "Todos conocemos a un sobreviviente de abuso sexual infantil."




LOS HORRORES DE MI FAMILIA...

Ayer hablé con mi padre, me ha pedido por solicitud de alguna de sus hijas que retire (cierre) mi página (blog) de internet, pues aquí hablo horrores de él.

Le respondí que NO, pues para empezar definamos la palabra horror. 

Horror: suele referirse a una emoción humana provocada por el miedo intenso.
Sentimiento de repulsión causado por una cosa que repugna a los sentidos o a la moral. 

Lo escrito en mi blog al menos a mi no me causa miedo, por ello le dije a mi padre que lo escrito aquí no eran horrores sobre él, sino el horror de lo que él hizo. Lo escrito aquí es mi vida, mi infancia, el horror que viví, esa emoción que me provocó durante 11 años un miedo intenso, mi verdad. 

El horror lo viví en carne propia, el miedo intenso a una situación o a una persona, no lo conoce quien directamente le pidió a mi padre que me solicitara cerrar el blog.

Razón estúpida el hecho de decirme que esto podría traer consecuencias en el futuro. Consecuencias para quién? Para mi? Para mis hijos? No lo creo,  decir la verdad no acarrea consecuencias. Para ustedes? Quien sabe.

Quien quiera que sea que desee que cierre mi blog, le averguenza lo que escribo y teme consecuencias a futuro, no se de que tipo, ni tampoco sé de que manera le afecte mi verdad, pero lo que si sé es que ésta persona siente horror de que escriba la verdad de lo que hizo mi agresor y el agresor de mi hija. Siente horror de lo que yo escribo, pero no siente repulsión por el incesto, ni por el abuso sexual infantil. 

Ahora me pregunto, que le importan las consecuencias a futuro que mi blog puedan producir en mi, o en mis hijos? Si ya formó parte de una de las peores caidas de mi vida. Sin tener moral para hablar de mi, lo hicieron. Soy humana e imperfecta, cometí y sigo cometiendo errores, pero soy capaz de asumirlos y sobre todo de no ser hipocrita.

Hablan de no guardar rencor y de ser yo quien no quiere las paces. ¡HIPOCRITAS! Me pisotearon hasta mas no poder, diciendo e incluso permitiendo que otras personas dijeran lo que quisieran de mi. Usaron a favor de la defensa de otro y en mi contra el hecho de que nuestro padre incendiara su casa. ¡Mentirosas¡ Eso no fue mi culpa ni directa ni indirectamente pues yo esa noche solo dije lo que me había tragado durante más de 20 años.

La decisión tomada por nuestro padre fue de él y sólo de él, por ello todas las consecuencias de sus actos deben ser asumidas por él, no por mi.

¿Hermanas? Nacidas de los mismos padres, por lo tanto siempre seremos hermanas pero ello no quiere decir que deba soportar sus hipocresias. Hablaron de mi, dudaron de mi, imaginaron sobre mi, y lo peor aún se volvieron contra mi. 

No odio a mi padre para nada y tal vez trate con él pero de ahora en adelante nadie callará mi verdad. Cargué muchos años con la cruz de la culpa y la verguenza, cruz que no era mía, por eso de ahora en adelante cada uno cargará su cruz. He aquí parte de la culpa y la verguenza de papá. 

Para los que piensan que yo debo pedirle perdón a mi familia? Yo les pregunto, ¿Qué le hice yo a mi familia? ¿Qué le hice a mi padre, a mi madre o a cada una de mis hermanas? Yo solo denuncié un hecho que mi hija aún hoy en día refiere sucedió, hecho que yo no podía ignorar aunque jamas haya visto o sospechado nada de esa persona, lo dije y lo mantengo, lo conocí con una conducta intachable pero mi hija dijo algo que de ninguna manera yo podía ignorar, mucho menos aún despues de haber sido yo ignorada por mi propia familia ante una situación de incesto que referí en muchas ocasiones. No denuncié ni afecté a ninguno de mi familia, sino a un agresor. Agresor al cual no los une un vínculo consanguíneo. 

No se preocupen por mi, preocupense por ustedes, por lo que tienen en internet y que afectó y podría seguir afectando a futuro sus vidas. No se metan en mi vida que yo no me meto ni mucho menos opino en las suyas. 

Alguna vez me pidieron que les contara sobre lo que nuestro mi padre me hacía, a lo que no pude acceder como tal vez querian porque los recuerdos me inundaban hasta casi ahogarme, solo lloré y dije que no quería hablar sobre eso. Entonces por qué ahora que lo hablo abiertamente quieren que calle? 

Alguna vez le dije a una de mis hermanas que lamentaba el hecho de que a ella le avergonzara que las personas supieran que su padre era un sádico, porque a mi no, pues no fuí yo quien cometio la falta. Sin embargo ahora debo retractarme de la palabra sádico, pues éste es aquel que siente placer al causar dolor físico y/o psicológico y además humillar pero no a nivel sexual. Nuestro padre es un vulgar "PEDERASTA"

Ya lo he dicho antes y hay miles de victimas como yo que así lo confirman, quien nunca ha vivido el ASI puede entender todo lo que nos rompen, nos fracturan, nos destruyen, nos marcan, nos roban. 

Mira a los ojos a tus hijos y observa la chispa de la infancia, de la inocencia, la ingenuidad, la alegría, el deseo de jugar y ser feliz, e imagina por un momento el horror en su mirada si fuera una victima más. Cómo una madre puede no darse cuenta? Cómo una madre puede ignorar las palabras de un hijo que te cuenta lo que ha vivido? 

A eso si acepto que lo llamen "HORRORES".

lunes, 10 de junio de 2013

CARTA A UN AMIGO SIN ROSTRO

Me gustaría introducir la mano en ese saco de anzuelos y lograr la difícil tarea de no sacarlos de golpe, sino pacientemente de uno en uno, evitando dañarme la mano. Extenderlos después ordenadamente sobre el suelo, observarlos, arreglar lo que es útil y arrojar a la basura para siempre los que no tienen razón de ser. Pero es difícil para mí, pues cuando lo intento, parece que uno arrastra a todos los demás.
¿Cómo encontrar las palabras, cuando no existen las que yo necesito para hacerte entender lo que se siente? Si te hablo de dolor, ¿Sabes de que dolor hablo? Porque dolor se escribe igual sea el producido por una inflamación en la muela o por la muerte de un amigo, de tu pareja, de un padre, y todos sabemos que no tiene nada que ver, sin embargo, se escribe con las mismas letras.
Si te hablo de miedo, ¿De qué miedo hablo? Porque uno siente miedo ante un examen, pero no es el mismo miedo que se siente ante la muerte, sin embargo, se escribe con las mismas letras.
Si te hablo de angustia, ¿De qué angustia hablo? Porque uno siente angustia cuando no puede abrocharse el botón del pantalón, pero también la siente cuando un hijo está enfermo, pero no es la misma angustia, sin embargo, se escribe con las mismas letras.
Dime que palabras debo utilizar para expresar lo que siento y lograr que lo entiendas. ¿Cómo explicarte algo tan surrealista como que sucesos de hace treinta años todavía duelen, angustian y dan miedo, y no pienses que estoy loca?.
Lo más doloroso de esta historia es la sensación de que nadie, salvo los que lo han vivido, es capaz de comprender, y que el único camino para superarlo es precisamente compartir y sentir que los que te quieren, lo comprenden. Pero no existen las palabras…. Pero yo, necesito contarte… para seguir viviendo. Permíteme que utilice una y otra vez las palabras, que utilice muchas, que insista. Permíteme que no esconda nada, que lo saque todo fuera, que no quede nada dentro que me haga volver a mirar atrás, permíteme recordar. No pienses, por favor, jamás, que busco tu compasión. No puedes decirme que yo no sentí lo que sentí, que hoy no siento, lo que siento. Solo busco comprensión, y si lo consigo, seré un poco más feliz.
Quizá no soy yo quien te hable hoy, quizá sea esa niña asustada que desde dentro grita socorro e implora que la rescaten por fin. Quizá es que la coraza tras la que se ha escondido durante tantos años, le pesa hoy tanto que suplica que alguien le ayude a arrancarla de su cuerpo y la arroje a la hoguera por fin.
Cuando alguien mira los ojos de un niño, lo que ve es inocencia, felicidad. Su mundo es el de los muñecos de peluche, el de las risas, los bailes y los globos de agua. Su vida infantil se desploma frente a un insulto, un rasguño en las rodillas o frente a la pierna de su muñeca rota. Su refugio: el adulto, que le abraza, le protege y le dice que no pasa nada. Lloran, gritan, necesitan contarlo, y el consuelo de sus padres apacigua todos sus temores.
El cuerpo y alma de un niño, no están preparados para soportar el terror, la vejación, no está preparado para que le roben el alma, y mucho menos, para soportarlo en secreto sin poder buscar el consuelo en los que confía, para pedirles que le arropen, que le expliquen que está pasando, para que le rescaten.
Cuando en su mundo infantil, un adulto en el que confía, invade ese universo de inocencia y le somete de golpe en el mundo de los adultos, que no comprende, que le asusta, que le asquea, que ni siquiera sabía que existía… el dolor y la sensación de vergüenza es tan brutal, que de alguna manera, el niño muere, muere porque deja de ser un niño de repente. Nunca, nunca más volverá a sentirse un niño.
Desaparece la inocencia, desaparece la alegría, la espontaneidad, los juegos, las risas, los chismorreos con sus amigos. Desaparece el sueño apacible…. Desaparecen los lloros. Si los lloros, porque el niño deja de llorar, para que no le oigan, para no tener que contar… Los gritos, el lloro desgarrado, se convierte en un lagrimeo silencioso aferrado a un almohadón, el mismo lagrimeo silencioso que le acompañará el resto de su vida.
No sé que años tenía cuando sucedió por primera vez. Mi alma infantil, quedó recostada para siempre sobre un sofá en una fría tarde de invierno. Ella, se sentó allí, feliz e ingenua, cargada de la alegría y esa chispa infantil que sólo se tiene cuando eres un niño y tu único deseo es vivir. Después… solo quedaba miedo, desconcierto, vergüenza, pánico… 
Él tenía 7 u 8 años más que yo confiaba en él, por eso, no entendía… Decían que era un ser fabuloso, decían que yo era la niña de sus ojos, decían que me quería… por eso, yo no entendía…
No sé que fue más duro para mí, la sensación de desgarro, de que algo se me rompió por dentro y sentí que había perdido algo que ya nunca podría recuperar, la sensación de culpa, de vergüenza, de sentirme vejada, la sensación de desconcierto, de verme de golpe en un mundo que no comprendía y del que nadie me había hablado, salvo cuando relacionaban el tema con el pecado, el peor de los pecados, las pesadillas, la angustia, el miedo… o mantener el secreto. Sentir todo aquello y no poderlo contarlo a nadie. El dejar de formar parte de este mundo, porque ya no encontraba mi sitio entre los amigos de mi edad, en sus juegos, en sus risas, en sus aventuras infantiles, y no poder recurrir al mundo del adulto, ante el sentimiento de culpa y vergüenza que me oprimía el pecho. Era un secreto, nuestro secreto, que nadie podía comprender porque se enfadarían mucho conmigo. De repente, me encontré sumergida en la soledad más infinita, en la soledad con mayúsculas, en la soledad en términos absolutos. Sola entre dos mundos, dos mundos que ya no pertenecían, el infantil y el adulto.
La vida entera, se transforma de una forma tan brutal en tan sólo unos minutos, que es totalmente imposible de asumir por el corazón de un niño. En cuestión de segundos…. ¡Te roban tantas cosas! Te roban la infancia, te roban la alegría, te roban tus juegos, a tus amigos… pero también te roban la adolescencia, te roban el derecho a crecer y madurar con normalidad. Te roban el derecho a quererte. Te roban tu fe, la fe en ti y en los demás y creces con la creencia de que volverán a dañarte una y otra vez sin que nadie te proteja. Te roban años de felicidad, te roban el deseo de crecer, las ganas de vivir, de aprender, de soñar, te roban el interés por el mundo y lo que sucede en él… te roban el alma. 
El cuerpo y el alma de un niño no están preparados para eso, no, no lo están. Sentir lo que sientes, y no poder pedir ayuda… tener la sensación de tener que vivir con ese secreto que te pesa como una losa que no te permite levantar ni tan siquiera la mirada es una sensación brutal e insoportable. Dejar de jugar a los juegos de tu edad, para jugar tan solo a fingir, a disimular a esforzarte las veinticuatro horas del día en que nadie sea capaz de intuir siquiera lo que está ocurriendo… excepto tú madre que es la que te culpa y te llama cerda, cochina y después te golpea y encierra, porque la única culpable eres tú. No, el cuerpo y el alma de un niño no están preparados para soportarlo.
Yo no sé cuantos años tenía cuando ya no pude soportarlo, no sé cuando fue, que dejé de sentir…
Cuando echo la vista atrás e intento sumergirme en aquellos años, siento como si me sumergiera en un largo y oscuro túnel, ausente de colores y lleno de penumbra. 
Necesito contarte mis recuerdos porque siento que sólo al hacerlo, dejarán de hacerme daño. Han sido tantas veces deseando compartir un dolor superior a lo que estaba preparada para soportar, tantos veces deseando pedir ayuda… 
Recuerdo las pesadillas, cada noche, recuerdo como se hace de madrugada sin poder conciliar el sueño, las lágrimas, los rezos de impotencia, las súplicas de ¿por qué a mi? Recuerdo los deseos de no despertar al día siguiente, porque deseaba de forma desesperada, dejar de sufrir. Recuerdo el terror que sentía a la muerte, no por el echo de ello en si, sino en el dolor físico que sufriría en el proceso. La sensación de tabú, en una familia en la que un padre ausente y una madre maltratadora y adicta a las pastillas, con una mente sucia y perturbada no hablemos del sexo, era pecado mortal. PUTA me llamó cuando me fui de vacaciones con mi novio, marido actual. Recuerdo que aquella idea me aterraba terriblemente. Y cada noche rezaba para que no se repitiera de nuevo. un pecado que nunca confesé porque me daba demasiado miedo y vergüenza. Temía el castigo, y sin embargo, necesitaba tanto descansar….
Recuerdo el temor de mirar a la gente a los ojos como si llevara una señal en la frente que mostrara mi vergüenza. Recuerdo la sensación de asco, asco a él y asco a mí misma, por dejarme hacer. Recuerdo la sensación de sentirme vejada una y otra vez.
Recuerdo que olvidé como era la niña que había en mí. Recuerdo que dejé de ser quien era, para convertirme en un ser que odiaba y despreciaba. Recuerdo como me fui alejando de todo el mundo que quería por el temor a que descubrieran a la persona que vivía tras aquella coraza que poco a poco iba construyendo.
Recuerdo, que a veces me preguntaba, si era normal sufrir así, si le ocurriría al resto de la gente.
La impotencia, la impotencia tan grande en un ser tan pequeño. Las ganas de huir hacia un lugar a ninguna parte. El esfuerzo extenuante por fingir ante el resto del mundo, ante el terror de que alguien tan sólo sospechara lo que estaba ocurriendo. La mirada ausente casi siempre, el esfuerzo por formar parte de una conversación de la que no podía evitar salir flotando. Casi siempre, cuando regresaba de algún triste viaje de mi imaginación, la conversación se hallaba en otro tema, en otro lugar.
La angustia, la angustia que me aprisionaba el pecho y sentía que me ahogaba por un secreto que me sobrepasaba. La falta de aire, las palpitaciones, el gusano en el estómago, el miedo. Los gritos mudos en el túnel del silencio.
Los deseos de gritar, de subir a lo alto de una montaña y chillar hasta que no quedara voz en mi garganta, chillarle al mundo lo que estaba ocurriendo, gritar con todas mis fuerzas socorro, gritar hasta que alguien oyera mi voz, hasta que alguien sintiera mi terror, y me salvara. 
Recuerdo su olor, el aroma que impregnaba todo su cuerpo, el olor y sabor agrio de su saliva, su tacto en mi cuerpo, mi tacto en el suyo, su cercanía, su aliento, recuerdo… lo que todavía no me atrevo a contar.
Recuerdo la sensación de miedo cuando aparecía por la puerta, la incapacidad para huir de él, incluso cuando estaban mis padres, porque él siempre me llevaba a una habitación, aun estando ellos al otro lado de la pared, sin que fuera aquello para él un obstáculo.
Y más terror aun cuando era él la persona que me dejaban para que me cuidara cuando ellos salían a alguna cena o teatro. Recuerdo los gritos e incomprensión de mi madre al otro lado de la puerta. Me cuestionaban mi encierro, reprendían mi aislamiento, castigó mi bajón de notas, y me juzgaba una y mil veces por mi inmadurez, porque nada me importaba, sólo divertirme, sólo me preocupaba pasarlo bien. Entonces me puso a trabajar y no paré desde entonces.
Recuerdo su osadía, y aun hoy, siendo adulta, me sorprende más y más esa osadía.
Cualquier momento era bueno para arrinconarme en casa, con todos en el salón, entrando y saliendo, y él tocando y manoseándome, como si ese riesgo le causara placer. Y a mí…. Terror.
Decía que era lo que nadie podía saberlo porque nadie lo entendería, y se enfadarían mucho conmigo. Y me decía, que en el fondo a mi también me gustaba y yo asustada titubeaba, hasta que ante su insistencia, y sintiéndome como la misma escoria, le decía que sí.
Recuerdo como mis amigas empezaban a hablar de los chicos, de los besos, de los rollos, y yo permanecía callada y envuelta en pura rabia, porque un hijo de puta me había robado esa ilusión, ese descubrimiento, esos sueños. Recuerdo que hacían preguntas, cuyas respuestas yo ya conocía y negaba, por la vergüenza que sentía y el temor a crear alguna sospecha.
Recuerdo el esfuerzo extenuante y desesperado por ocultar ante el mundo tanto dolor, tanta vergüenza y tanto miedo. Nadie, absolutamente nadie de mis amigos de colegio, pudo notar jamás ni el más mínimo indicio de que me ocurría algo. La energía que quemaba para tal fin, dejaba mi mente, mi cuerpo y mi alma al límite del agotamiento. Tanto esfuerzo, día tras día, mes tras mes, año tras año… fue creando ante mí una coraza tan potente, que terminó siendo inaccesible incluso para mí.

El sueño, mi sueño… repetido una y otra vez: el sollozo incontenible de una niña, el sollozo desesperado, asustadizo y furioso, los golpes en el pecho de alguien sin rostro que soporta mi rabia con entereza, hasta que sólo lloro, lloro y lloro, y alguien me abraza y al oído me susurra, “tranquila, ya paso todo”, y de repente…. la paz. Pero la niña creció, creció con el sollozo y la rabia contenida en su pecho, y aún espera… aún sueña que un día…. Mi sueño…
Supongo que es cierto que nadie que haya pasado por esto puede entenderlo. Quizá, sólo quizá, quien tiene un hijo de esa edad, puede mirarle a los ojos, verle la chispa de la infancia, la ingenuidad, esa alegría y ese deseo de jugar y vivir, e imaginar por un momento el terror en su mirada si se viera de repente en esa jugada injusta del destino. Es como si de repente, solo quedara tu cuerpo, porque el interior, el alma, te la roban, entera, y sólo dejan, en su lugar, un despojo humano. Y me pregunto, como una madre, no quiere darse cuenta de eso.
El horror es tan grande, que es imposible ponerle palabras, y si lo intentas, hay quien piensa que buscas compasión. Pero yo digo, que si buscara la compasión, por qué no lo he explotado durante años? Esa palabra me da asco, es como si alguien intentara convencerme de que no he sentido lo que yo sé que sentí. Y es tan, tan, tan duro que te trastoca el resto de tu vida.
Tenía 40 años cuando supe que no podía más, cuando supe que tenía que elegir entre vivir o morir, y supe que no podía vivir si él seguía ahí. Y elegí MORIR.
El día que decidí poner fin a aquello, pensé convencida y segura, que era el final de una trágica historia. El pecho me latía con fuerza, terror y con mucha excitación por lo que estaba a punto de hacer, descansar de una vez. La primera vez en varios años, había hecho algo que me hacía sentir, no bien, increíblemente bien. Sentí que después de eso acabaría con mi sufrimiento. Y de verdad lo creo.
Estaba eufórica. ¡LO HABÍA HECHO, POR FIN, LO HABIA HECHO!. Y sólo habían bastado un poco de valor para coger un cuchillo y empezar a cortar. ¿Por qué no lo había hecho antes?, no puedo encontrar la respuesta a esa pregunta, y aun hoy, no sé si puedo, Simplemente. Estaba paralizada, anulada por el miedo, hipnotizada..
Pero, ¿Cómo se cambia de repente?, ¿Cómo reaparece uno ante los demás después de haber permanecido oculto ante ellos durante años? ¿Cómo recupera uno la voz después de permanecer callado durante una eternidad? ¿Cómo se aprende de nuevo a levantar la mirada y no sentir vergüenza y miedo? ¿Cómo deja uno de ser lo que ha sido durante años para convertirse en la persona que habría deseado ser siempre, en la persona que era antes, como si nada hubiera pasado? ¿Dónde puede uno buscar la alegría, la inocencia, la seguridad, la autoestima, buscarla y encontrarla? ¿Cómo se arroja al fuego una coraza elaborada durante años? Supongo que uno tiene que aprender de nuevo a sentir todas esas cosas, no lo sé, o a lo mejor es peor que todo eso y la vida no te lo enseña, yo no lo sé, Supongo que cada etapa de la vida tiene su momento, y el mío… se escapó.
Las cosas no sucedieron como yo había soñado, porque la niña que fui ya no existía, se había quedado perdida en un sofá en una triste tarde de…

Anónimo