martes, 23 de octubre de 2012

Las “Secuelas” de un abuso: Únicas para cada sobreviviente


Existen desde diversas perspectivas las llamadas “secuelas” a un ASI, las exponen los médicos, los psicólogos, psiquiatras y un variado cúmulo de especialistas. Es bien conocido que existen las consecuencias del hecho que permanecen e incluso se agravan con el paso del tiempo hasta llegar a configurar “patologías establecidas”. Pudiendo ser estas de tipo: Físico, Conductual, Sexual, Social y Emocional.

Quiero hablar de la larga lista de secuelas que he encontrado en el camino de sanar, todas ellas hablan de lamentables situaciones para quienes hemos padecido algún tipo de abuso. Creo que son factores cambiantes, creo que no se pueden encasillar a las(os) sobrevivientes en un “frasco para laboratorio” motivo de análisis y estudio, creo que muchos de nosotros nos hemos plantado de frente a nosotros mismos y si... Acepto se pasa por –Depresión –Ansiedad- Sudoración de manos- Falta terrible de seguridad ante uno mismo y ante los demás –Sentimientos de culpabilidad –Sentimientos de minusvalía –Asco y/o Aversión hacia el propio cuerpo –Miedos repentinos o instalados hacia la oscuridad –Insomnio –Pesadillas –Problemas con los alimentos –Aislamiento (variantes) – Somatizaciones –Evitación de las relaciones sexuales – Falta de satisfacción en el sexo – Autoagresión –Consumo de sustancias –Pensamientos suicidas e incluso intentos.

Creo que se pasa por ellas, creo que todos podemos marcar varias de la lamentable lista, sin embargo creo también que desde cada experiencia, por muy terrible que sea se va/se puede ir “superando” se cae en una u otra secuela o se vive con alguna que prevalece en mi caso el miedo a la oscuridad es la que siempre ha persistido, el resto también las he presentado en tiempos y momentos específicos de mi trayecto a sanar.

Hoy reconozco que no soy un ser “abominable”, reconozco que las secuelas con las que hemos vivido son únicas para cada sobreviviente, como lo fue la experiencia de ASI. Hoy reconozco que soy LIBRE para elegir, para poner límites, hoy reconozco que mi cuerpo es valioso y digno y merecedor de respeto mismo que esta lleno de belleza y sensaciones igualmente bellísimas. Hoy reconozco que mis sentimientos valen como vale mi persona. Reconozco que puedo hablar o no hacerlo pero por mi propia decisión.

Hoy reconozco que no somos un “conjunto o una mezcla de secuelas” ¡Somos mucho más que eso!

Alma B.

sábado, 20 de octubre de 2012

La Gran Pregunta

Estos días son raros. Creo que los “deberes” del psicólogo me han revuelto cosas que empiezo ahora a distinguir entre la niebla. La carta que escribí a mi padre, “Sin Acuse de Recibo”, fue la primera tarea que me encomendaron. El día que fui al cementerio a leerla, los peores recuerdos se detuvieron. Como si me hubiesen dado una tregua. Todas las nuevas imágenes de los abusos que en estos dos años regresaron a mi consciencia dejaron de aparecer. Hace meses que no he tenido nuevas escenas o retrospecciones. 

Pero a cambio si se han movido otras sensaciones y sentimientos que estaban muy ocultos en mi subconsciente. Y a eso también han contribuido las tareas que el psicólogo me ha mandado posteriormente, porque tuve que escribir la respuesta que en mi criterio mi padre me hubiese dado en caso de seguir vivo. Mi anterior entrada estaba inspirada por esa carta. Y me ha revuelto un poco.


Lo primero que quiero dar son las buenas noticias. Ya no tengo miedo. Ya no le tengo miedo. Por fin me atrevo a reclamar los años de oscuridad a los que me sometió. Por fin me he atrevido a salir del hoyo en el que me enterró. Supongo que porque ya está muerto y nadie me puede acusar de mentirosa o de loca, como él dijo de mi madre o de mi hermana. O porque ya me cansé de llorar a solas y preguntarme todos los días porque no puedo ser normal. Porqué no puedo tener una familia normal. Porqué tengo que escuchar cada cierto tiempo a la gente la pregunta de porqué no acudió mi familia a mi boda, a la comunión de mi hijo, a las reuniones familiares, a las cenas de Nochebuena… O porque quiero que de una vez por todas se haga justicia, aunque sea mi propia justicia y no la ordinaria porque de esa ya no puedo esperar nada, y aunque tuviese la oportunidad, creo que seguiría sin creer en ella. Al menos quiero que se haga justicia poética, moral, social, quitándole la careta y que todo el mundo sepa la clase de cabrón que era mi padre.

Y con ello empiezo a asumir que yo no tuve responsabilidad en todo lo que hizo. Llevaba dinero a casa cuando no se lo fundía en vino y putas. El resto del tiempo mi madre trabajaba fregando escaleras y sé que en numerosas ocasiones era el único dinero que entraba en casa. Precisamente se aprovechó de eso para meterse en mi cama por las mañanas, porque ella se iba antes a trabajar. Ser violento o abusar de sus hijos no lo produce el alcohol, sólo hace perder la vergüenza de hacerlo. La educación no tiene nada que ver. Forma parte del sentido común, cosa que él no tenía. Yo no sé si es cierto que metía el dedo donde no debía cuando yo era bebé, como aseguraba mi Madrina, pero si recuerdo que lo hacía desde que fuimos a vivir a la casa nueva, cuando yo tenía seis años, y ahora entiendo que en realidad da igual si lo hizo antes o no. En realidad importa poco si los abusos duraron desde los cero a los trece años o desde los cinco o seis hasta los trece. Porque el daño no creo que hubiera sido muy distinto.

Pero además han aparecido otros pensamientos. Algunos, la mayoría, son viejos conocidos. Principalmente la culpa. La eterna pregunta de porqué en el Año del Infierno acudía yo a su cama o porqué no le dije que parase cuando tenía muy claro que no me gustaba lo que hacía. Y buscando la respuesta, le recuerdo casi cada hora a mi monstruo la clase de persona que era mi padre. Y hago una recopilación rápida de todas sus mezquindades.

Con los años, me he dado cuenta de lo desalmado que fue conmigo, cómo buscaba la manera de estar a solas conmigo o con mi hermano, enviando a mi madre al centro para que cobrase alguna factura, o controlando las horas en que limpiaba en alguna casa con mi hermana, para regresar a casa antes que ellas, o simplemente ordenando que cerrasen la puerta de la habitación porque tenía que hablar conmigo. Y lo del sujetador… ¿no fue él quien le sugirió a mamá que ya empezaba a tener pecho, que había que comprarme un sostén? De hecho, si no recuerdo mal, aquel día les dijo que salieran del cuarto, que era la hora de tener una conversación seria con su hija. Fue la primera vez que me violó…

Lo cierto es que ya no recuerdo nunca cuando había alguien más en la casa y cuando no; la situación llegó a un punto en el que estaba tan seguro de su posición de superioridad que ya no importaba que alguien de la familia nos sorprendiera. Solo recuerdo el dibujo de la colcha de su cama, la ventana de mi habitación, la repugnancia. Y el dolor. El enorme dolor mezclado con una sensación indeterminada que me removía por dentro.

Y el miedo. recuerdo el miedo. El inmenso miedo con el que vivía esos días. Cada vez que estaba en casa, cada vez que entraba por la puerta, Yo empezaba a temblar, a veces de forma incontrolada. Sobre todo cuando empezó con los objetos… Porque eso si que lo odiaba, a eso si que jamás me ofrecí, esas veces siempre era él el que iba a buscarme. Y me hacía daño aunque dijera que lo hacía para que yo me acostumbrase. Y me daba pánico cuando lo hacía. Me daba tanto miedo en esa época que fue cuando comencé a desmayarme, empezaba a ver puntitos negros y se iba todo. A última hora ya sabía cuando me iban a dar las lipotimias. No encontraron la causa, pero eran reales, no eran cuentos para llamar la atención. Bajones de tensión, diagnosticó el médico.

Hay algo de lo que me he dado cuenta hace poco, porque mis recuerdos han sido siempre un “totum revolutum”: los episodios violentos y los abusos jamás estuvieron directamente conectados. Siempre me “justifiqué” pensando que si cedía a sus asquerosos deseos carnales era para evitar la paliza, y probablemente en última instancia así fuera, pero en realidad, al recordar algunas situaciones previas a los tocamientos, o cuando directamente me llevaba a su habitación a una de sus “lecciones” era cuando más tranquilo y relajado estaba.

No recuerdo ni una sola vez en la que sus caricias fuesen precedidas de una amenaza o una advertencia de castigo. Tal vez la primera vez que me violó, cuando quise quejarme por el dolor y me ordenó silencio… pero sus palabras fueron hechas tan suaves, tan cómplices, que a lo mejor interpreté aquel susurro como una velada amenaza… cuando tal vez no lo era… ¿o sí?...

Siempre creí que nunca me había chantajeado con favores o regalos, cuando lo cierto es que siempre percibí, que si cedía a su agresión, además de permanecer sosegado y sin violencia, me dejaría volver con mi Madrina. Volver al único sitio donde siempre me he sentido segura y a salvo. Las vacaciones con mis padres se convirtieron en un peaje que debía pagar a cambio de volver a mi refugio.

De lo único que si estoy segura es de lo mezquino que fue en mi vida, con mis hermanos, con mi madre y conmigo; en el maltrato y en los abusos. Porque nos manipuló de manera abyecta. Ignoro cómo fueron los abusos con mis dos hermanos mayores, pero supongo que no fue muy diferente de lo que fue con mi hermano “mellizo” y conmigo. Porque recuerdo bien que después de la primera vez que tuve constancia de que abusaba también de mi hermano, para mi horror, empecé a desear que se fijara más en él que en mi. Y cuando le sentía levantarse por las mañanas rezaba a dios que esa mañana no cruzase la puerta de mi habitación… Ojalá nunca lo hubiera sabido. Conocer que estaba con él, alegrarme de que estuviera con él cuando cerraba la puerta, fue otro peso sobre mi conciencia. Otra cosa de la que me arrepiento enormemente. Pero es un peso que estoy poco apoco aligerando porque entiendo que fue puro instinto de supervivencia. Mi padre convirtió a cinco víctimas en cinco “jurados”, cinco verdugos, que esperaban resignadamente que ese día “el emperador” decidiera fijarse en el otro. Como los rebaños de antílopes, que beben junto al rio confiando que el cocodrilo atrape al de al lado…

Pero por fin he encontrado algo que estaba oculto tras la puerta. Cuando mi monstruo, esa parte de mí que me cuestiona, que me critica, que me acusa, me hizo la gran pregunta, encontré una respuesta nueva. En mi mente, mi Monstruo con la imagen de mi padre siempre me ha preguntado “¿Por qué venías a mí?” Y yo, hasta ahora, no sabía nunca que decir, y me escondía bajo las sábanas, fuera de la vista de mi conciencia para que no me reprochase el gesto. Y con voz tímida le repetía los argumentos que en estos últimos años me he atrevido a esgrimir, pero que siempre he sentido como escusas banales para cumplir con los demás. No me gustaban sus “cosquillas”. No estaba cómoda pero no sabía cómo decírselo porque le tenía miedo. Por entonces era una niña y me dejaba llevar. Porque los niños hacen lo que les ordenan sus mayores.

Pero mientras tanto intentaba recordar qué pasaba en aquellos momentos por mi cabeza para decirle a mi hermana que me iba con él y que la avisaría si se propasaba… y yo no recordaba porqué lo hacía. Y volvía a dar vueltas sobre el mismo argumento: que era por costumbre, para que después me dejase en paz… Y cuando empezaba… yo ya no podía decirle que parase, porque en esos momentos me paralizaba, entraba en shock y él no debió aprovecharse de eso. Y mi Monstruo volvía a preguntar “si, ¿pero por qué acudías?” Y yo como en aquella canción de Radio Futura, seguía la historia del playback, alguien dictando en la sombra y yo moviendo los labios: porque tenía miedo.

Estos días he encontrado mi respuesta oculta. Mi niña por fin me la ha entregado al calor de mi valentía. Confieso que al reflejarlo con palabras, está saliendo de dentro con mucho dolor. Si. Todos los porqués que he utilizado hasta ahora son validos, certificados por un montón de psicólogos especialistas en abusos infantiles, pero ahora para mí tienen un valor autentico.

Mi padre nunca renunció a mí. Mi Madrina intentó por todos los medios separarme del cerrado circulo que construyó mi padre a su alrededor, pero las autoridades nunca le desposeyeron de la patria Potestad por lo que siempre fue él quien tomaba en última instancia la decisión de si ese curso, estaría con mis Padrinos, o con mis padres. Yo siempre iba donde me enviaban, nunca tuve poder de decisión. Me trataron todos como a una maleta vieja que llevaban de un lado a otro como un trasto. Mi padre era el que decidía si yo iba a un sitio o me quedaba en el otro, él decidía el colegio, él decidía, cuando le daba la gana, si entraba en la habitación o cerraba la puerta. Él era el que me decía que lo que hacía era para que yo aprendiera. Él decidía si me gustaba o no, sólo por la reacción de mi cuerpo.

Y de adulta, cuando volví con mis padres, él nunca me reclamó los años de silencio con mis padrinos porque nunca habló conmigo. Ni siquiera el primer día que le vi, tras esos siete años, fue capaz de dirigirme un cumplido. Le dijo a Mamá que me había visto muy guapa, pero se lo dijo a ella, no a mí. ¿Le daba vergüenza decirme que yo estaba bien? La única vez que me hizo un cumplido fue hace diez años para alegar a continuación que echaba de menos los ratos que estábamos juntos cuando yo era niña. jamás en su vida me dijo nada agradable sin que mediasen los abusos por medio. Mi padre nunca renunció a mí, pero nunca me demostró cariño. Creo que solo veía a los demás como posibles objetos para sus propósitos económicos o sexuales. A veces creo que era un psicópata.

Y creo que ese fue mi error. Acudía a él porque en el fondo esperaba que “esa vez” no lo hiciera, y me diera un cariño “sano”. Que me ofreciera un gesto de afecto. ¡¡Un simple gesto de afecto!! Jamás le pedí lo que me dio, confundió mi petición, la petición de cariño de una niña por algo sucio que sólo le satisfacía a él. fue un absoluto egoísta. Conmigo y con todos. Se creyó el amo y señor de las personas que tenía a su cargo como si fueran simples objetos creados para su disfrute.

Creo que lo que mas me duele es reconocer que le busqué porque realmente creí que me daría cariño. Porque no recuerdo ni una vez que interactuara conmigo sin que hubiera abusos de por medio. El resto del tiempo era invisible para él. Y yo, tonta de mí, seguía acudiendo pensando que a lo mejor por una vez conseguía algo que no fuera dañino. Como todos los niños que son agradables y cariñosos con sus progenitores porque necesitan recibir de vuelta ese cariño. Y sólo me devolvió algo asqueroso. Y reconocer que le di cariño a un cabrón es muy difícil. Amar y ser amada. Yo no pedía otra cosa.

¡Y que aún me reprochen que todos mis traumas son porque no le quería! Si nunca le hubiese querido jamás hubiera vuelto a acudir a él. Como me dijeron en un correo: “si le tuvieras miedo como dices, ¡Ni de coña te acercas, tienen que obligarte!” Claro, porque todo ese deseo de entregar cariño quedó sepultado bajo el miedo que me inspiraba, pero seguía intentando conseguir su afecto. Lo intenté por años. Y creo que ahora que ya no le tengo miedo, ha surgido un inmenso agujero negro que debería haber estado lleno de todo el cariño y afecto que yo entregué y que no me fue devuelto por él. Porque en su lugar me dejó veneno. El mismo veneno que exudaban sus poros.

Reconocer que le entregué mi cariño a alguien que no se lo merecía, que por años seguí haciéndolo sin darme cuenta de la inutilidad del gesto duele, quema, punza. Aún hay mas dolor que odio o rabia en mis palabras. Pero es tanto lo que me queda por purgar, tantas lágrimas que aún me quedan por derramar. Que no sé si algún día se acabarán para dar paso al coraje para levantarme y escupir en su tumba gritándole que le he ganado, que por fin me he librado de su recuerdo, de ese monstruo que me destroza la mente y al que aún no consigo dar caza. Pero no me rindo. A veces creo que ese momento está cerca, otras veces lo veo alejarse, como si de una curva temporal se tratase. No sé si el viaje tiene final, o si llegaré a la meta con vida. Pero no voy a abandonar. Y menos ahora que he dado otro paso.

“Padres sin alma, son aquellos que niegan a sus hijos consejo, amor, ejemplo y esperanza”
Pedro Bonifacio Palacios (1854 - 1917) Conocido también por el seudónimo de Almafuerte, maestro y poeta argentino.

http://nemesisenelaverno.blogspot.mx/?m=0

miércoles, 17 de octubre de 2012

Soy mucho más que una víctima.


Me he dado cuenta que he hecho de mi “historia” mi vida, de mi herida he desarrollado mi identidad y en cuanto se pone en duda el abuso que he sufrido, en mí no queda nada, no existo, no soy.
Cuanto más avanzo en mi terapia más logro comprender mi vena camicace, mi ansia de sufrir y mi constancia por nadar en espiral se mantiene porque no conozco otra forma de vida que no sea la agresión y la supervivencia. Estos son los dos factores que lo resumen todo.
Y aquí estoy, intentando subir a un barco nuevo lleno deesperanza, algo absolutamente distinto que me está ayudando a ver todas las carencias que hay en mi vida y de las que nunca había sido tan consciente.
He crecido y me he desarrollado con sólo una certeza de quién soy, una víctima de abusos en la infancia, una mujer que sufrió abusos en repetidas ocasiones, por diferentes personas de mi familia y con un agresor en mi vida adulta.
Ésta es mi certeza, hasta ahora era mi única identidad que es lo que me ha llevado a construir el resto de mi vida entorno a esta “verdad”: mi relación familiar, mis amigos, mis terapias, la forma de mirarme a mí misma, de vivir mi sexualidad… Siempre lo he relacionado todo con el abuso sin darme cuenta de que hay muchos más factores en mi vida.
Me he considerado una superviviente durante mucho tiempo por el hecho de haberme mantenido con vida a pesar de todo lo vivido, por haber seguido respirando cuando un deseo de “descansar” era lo más ansiado para mí. Ahora me doy cuenta que eso no era supervivencia, o tal vez sí y estoy descubriendo una puerta que me lleva a la posibilidad de Vivir.
Sé que no puedo romper con mi pasado porque, por un parte, me ha hecho ser como soy pero a veces no nos damos cuenta (al menos en mi caso) que no es lo único que me ha hecho ser quien soy hoy. Ha habido más heridas y muchas historias que no tenían relación con el abuso, pero también ha habido otros grandes momentos que me han llenado de gozo, ha habido sonrisas, amores incondicionales, personas que se hubieran quedado a mi lado si se lo hubiera permitido, ha habido manos que me han agarrado cuando me ahogaba en la oscuridad y cuántas veces lo he olvidado para sólo prestar atención a todas las veces que no recibí esa mano.
Me digo a mí misma, y os invito a hacer lo mismo a vosotros, que Basta ya de ver un cielo sin estrellas cuando las tengo enfrente mía. Basta de ver siempre las cosas bajo el mismo prisma por miedo a ver más allá, a descubrir una vida que está ahí y que no sólo se centra en relaciones de abuso.
Definitiva y simbólicamente, para y mira el cielo porque por muchas farolas que haya siempre puedes ver una estrella tintineando que te indica que estás en el camino adecuado, que estás vivo, que siempre es un buen momento para dar un paso más hacia otras posibilidades.
No importa que retrocedamos, sabemos que tenemos nuestras épocas y nuestras montañas rusas emocionales, lo importante es saber que podemos, es aprender a mirar la vida más allá del abuso, aprender a definirnos como algo más que una víctima o un superviviente de abuso porque tenemos una vida que nos está esperando.
Definitivamente me he cansado de ver la vida tras el mismo prisma y voy a atreverme a mirar, aunque sea de reojo, qué más puedo esperar. Quiero aprender a ver, quiero quitarme las gafas del dolor y aprender a sentir sin que el cuerpo se me encoja por el contacto, quiero que se me erice la piel por placer, quiero vivir.
Lo digo alto, lo digo claro, Soy mucho más que una persona que ha sufrido abuso sexual infantil, Soy mucho más y estoy dispuesta a encontrarme.

A VECES.


Caminamos sobre una cuerda floja
balanceándonos sobre el abismo.
Pero a veces, de pronto o con previo aviso,
descubrimos que no hay tal abismo,
que tan sólo nos elevamos unos centímetros por encima del suelo.
Podríamos entonces bajar los pies al suelo
y echar a andar entre el resto de las personas
…pero cuesta mucho hacerlo.
Esos escasos centímetros se tornan un salto de fe:
¿y si sólo fuese un espejismo?
¿y si fuese peor sortear piedras que mantener a duras penas el equilibrio?
Así que seguimos en nuestra cuerda
trastrabillando y balanceándonos con el más leve soplo de viento
y preguntándonos por qué no podemos andar por el suelo como tantos otros
…aunque a veces esos otros caminan sobre sus propias cuerdas flojas
sorteando obstáculos que nosotros ni vemos ni adivinamos.

No queremos creer que nos valga más malo conocido que bueno por conocer
pero somos pruebas vivientes de la ley de la inercia,
vivimos convencidos de que nuestro malo conocido es lo único que hay
y aunque queramos escapar de ello en el fondo no creemos que eso sea posible.
A veces intuimos una puerta y anhelamos la posibilidad de cruzarla.
A veces hasta somos capaces de construir nuestra propia puerta de tránsito.
A veces nos aferramos a la creencia de lo bueno por conocer.
Y nos armamos con llaves y más llaves para tratar de abrir esa puerta.
En nuestro esfuerzo ni nos fijamos en las llaves que probamos,
en que algunas claramente son demasiado grandes y otras demasiado pequeñas
y que jamás abriremos así esa puerta.
A veces atrancamos la cerradura por poner demasiado empeño.
Otras veces perdemos a la esperanza por horas o por años
sin darnos cuenta de que a veces es la última llave la que abre la puerta.

…y a veces resulta que la llave ni siquiera estaba echada.

ANONIMO

martes, 9 de octubre de 2012

No quiero volver


Mamá

Ya lloré mucho pues no quería regresar. No te imaginas lo bien que me sentía cuando estaba en la casa, aunque supuestamente ésta es mi casa no la siento mi hogar (ahora me siento como en un hotel, y uno muy incómodo)

Pienso que no es justo que yo está aquí, pero desgraciadamente así tiene que ser.

Creo que me acostumbré muy rápido a estar todo el tiempo contigo, ahora se me va a hacer más difícil tratar de llevar la situación aquí. Lo bueno es que voy a la escuela por las tardes, sino te juro que me vuelvo loca.

De todas maneras se que tu y tu esposo siempre estarán conmigo (al menos eso creo) y yo les quiero mucho.

Ya me cansé ¿de qué? no estoy segura o no quiero saberlo pero, ¿sabes una cosa? no me costaría nada de trabajo dejar mis cosas.

¿Por qué no fueron las cosas de otra manera?

No pienses que ya no quiero a mi abuela, al contrario la quiero mucho, pero preferiría estar contigo.

Sé que tu también debiste sentirte triste, lo vi en tus ojos. ¡Mami yo no quería regresar! ¡No es justo!

Con todo mi amor, tu hija


Hace unos días estuve haciendo algo de limpieza y me encontré con algunas cosas que había escrito de pequeña y de adolescente, fue una sorpresa pues pensaba que había quemado esas cartas. 

Lo que acaban de leer es una carta que le escribí a mi madre unos meses antes de ser violada por mi tío y decirlo. Yo pasaba los fines de semana en casa de mi madre, pero en esa ocasión fue más tiempo porque mis abuelos se encontraban fuera de la ciudad y me quedé al cuidado de mi madre, fueron unos días muy felices, no extrañaba para nada las comodidades con las que contaba en casa de mis abuelos. 

Llegó el día de volver a "mi casa" y no quería bajar del auto, lloré, supliqué... mi madre casi lloró conmigo, pero el resultado fue el de siempre... tenía que quedarme en aquella casa. Mi desahogo fue escribir esas líneas y seguir con mi vida. Mi madre nunca leyó esta carta, para mi no tenía sentido entregársela, no conseguiría cambiar la situación; si mis lágrimas y súplicas no pudieron no lo haría un pedazo de papel.

Las cosas desde entonces no han sido muy felices siempre pero las cosas han mejorado con el paso del tiempo.

Leer esa carta me hizo sentir algo de tristeza pero mi actitud ante eso es... "ya que", ahora mi vida es completamente distinta y me siento bien al respecto, hace un par de años en medio de una discusión le recordé esa noche y le dije como me sentí, así que al final de cuentas no me quedé con ello. 

El hubiera no existe, yo tengo mis demonios y mi madre los suyos.


http://pandorasboxasi.blogspot.mx/2012/10/no-quiero-volver.html

Seguimos navegando


Hoy me ha tocado ratito de terapia con mi psicólogo. Me he encontrado bien, a gusto y cómoda, como casi siempre. Me he desahogado. Como él dice, meto quinta y aprovecho bien el tiempo! Jajajajaja. Entre risas y bromas le he hecho mi resumen de este verano. Intento reírme, quitarle hierro y eso me facilita un poco todo. Estaba nerviosa. Si, lo confieso, me sigo poniendo nerviosa después de casi 2 años. Nunca sé cómo saldré pero esta vez he salido, también como últimamente, sonriendo y contenta.

Hemos hablado de cómo me siento ante esas imágenes que se me han venido de momentos bonitos con mi tío y bueno… Me da pena. Me hacen sentir mucho dolor, por qué lo estropeó todo? Supongo que nunca lo entenderé y prefiero no perderme pensando en lo que podría haber sido y no fue. Nada justifica lo que me hizo ni el dolor que ha causado a nuestro alrededor. El silencio, las miradas esquivas, los reproches, el rencor, el miedo, la culpa, la vergüenza… Nada de eso hubiese existido si él no hubiese traicionado mi confianza y supongo que como bien me dijeron hace unos meses, es esa traición la que a día de hoy me sigue doliendo.

Esta vez mi psicólogo casi no me ha dicho gran cosa. Me refiero en cuanto a grandes consejos o frases de estas que a mí tanto me gustan pero me ha hecho una pregunta justo antes de acabar que me ha dejado un poco descolocada. Me ha preguntado que si me he planteado hablar con mi tío de adulto a adulto, es decir, tranquila. La idea sería algo así como decirle “Lo que me hiciste no estuvo nada bien.” No me lo esperaba y le he dicho que no de una manera muy borde, en plan “Estás loco”. Ahora estoy bien así como estoy. Ahora mismo no necesito nada más, o eso creo. No sé… No me veo hablando con él con calma. Soy tan impulsiva que me da miedo no controlar mis emociones ni sé si sería capaz de dominar una situación así. Como os digo, le he contestado casi a la defensiva y luego él me ha calmado un poco. Me ha dicho que no pasaba nada, que era simplemente una pregunta… Pero me ha dolido. No me la esperaba ni mi reacción tampoco. Por la tarde he estado dándole vueltas y cuanto más lo pienso, menos locura me parece y más segura me siento de mí misma. Si he pasado por este verano y sigo ahora también viendo a mi tío y siguiendo adelante con mi vida casi sin venirme abajo… Por qué no voy a poder hablar con él de esto? Pero me da miedo… No sé… Hasta qué punto es necesario hablar con él o enfrentarle de esa manera? Ahora mismo es un sí pero no pero no pero sí… Yo como siempre, hecha un mar de contradicciones.

Voy a intentar no agobiarme con el tema. Ahora estoy de vacaciones y puedo pensar tranquila en todo y lo quiero hacer pero sin arrebatos ni decisiones precipitadas. Si tiene que pasar, pasará. Si tengo que dar ese paso, lo daré. Sabré cuando y cómo darlo. De momento sigo navegando y disfrutando del camino que, aunque a veces esté lleno de baches, es precioso.

Gracias por leerme y estar aquí conmigo. Me llena y me hace feliz.

Gracias de todo corazón.



Hoy os dejo con un poquito más de mi pequeño cuento y con un unas frases de una canción que me encanta,

“Nos vemos en el camino que queda por recorrer. Quiero que vengas conmigo y a tu lado yo estaré.”

¡¡Un abrazo muy fuerte!!


Sobre lo dicho y lo no dicho.


Somos escultores, y vamos tallando nuestra vida con hechos. Pero también con palabras. Una parte muy importante de lo que da forma al destino que nos vamos tejiendo es lo que decimos... y muy especialmente lo que mantenemos en silencio.

Los antiguos romanos creían que la felicidad dependía de algunas palabras que los dioses pronunciaban en el momento del nacimiento de una criatura, de tal manera que el destino quedaba trazado a partir de la dicta (‘la cosa dicha’). Nada más y nada menos que de allí viene la palabra “dicha” como sinónimo de “felicidad”. Si extendemos aquella visión, nuestra “dicha” también está determinada por la palabra pronunciada ya no por los dioses, sino por nosotros mismos. Y en tiempo justo... antes de que fermente en el silencio.

Porque hay silencios piadosos, silencios que economizan lo innecesario, silencios plenos de comunicación... Hasta hay silencios que son sagrados. Pero necesitamos discernirlos de aquel silencio instalado como una válvula que impide refluir frescamente la sangre hacia nuestro corazón. Y entonces, las palabras allí estancadas (las no-dichas) empiezan a volverse corrosivas. Nos atoran. Nos constriñen. Producen vahos de angustia, de irritación, de impensada dureza, de desconcertantes miedos, de penas corporales... Cuando es así, y finalmente las decimos, el efecto es como de quien en un fin de semana decide limpiar las alacenas y los placares, el altillo y el galpón: el espacio libre deja claridad y orden; nos brindamos a nosotros mismos una Belleza que estaba, -pero tapada-... y hacemos lugar para lo nuevo que no tenía cómo acceder a nosotros (nuevos sentimientos, nuevos puntos de vista, nuevas actitudes, y hasta nueva gente que no se nos acercaba porque estábamos siendo una vieja versión de nosotros mismos... una versión no-actualizada, con tanta palabra rancia no-dicha).

Ciertamente, como somos solamente humanitos (y ratifico el diminutivo, tan necesario a nuestra especie), muchas veces no sabemos si es mejor hablar o callar. Pero, seamos sinceros: muchas otras sí lo sabemos, pero elegimos callar por todos los temores que nos despierta atravesar la puerta de las palabras. Y un miedo fundamental es a que el otro cambie la imagen que creemos que tiene sobre nosotros mismos (con las posibles consecuencias del caso). Sabemos que ese silencio es un candado que nos deja presos... Sabemos que se va teniendo mal regusto a medida que los días pasan (o los meses, o los años...). Pero callamos. A veces son palabras sencillas: “gracias”, “te valoro tanto...”, “te pido disculpas por lo que hice”, “te extrañé”, “me dañó lo que hiciste en aquél momento”... O bien son cosas que necesitábamos inquirir, pero que no nos animamos a hacerlo. Así, signos de admiración y de pregunta quedan enredados como hilos no usados en un viejo costurero...

Otras veces lo no-dicho se trata de una sola palabra que puede uno tardar años en poder a decir. Corta. Tremenda. Eficaz si se es fiel a ella. La palabra “basta”. Para eso con frecuencia tiene que estar el recipiente lleno de aquello que ya no queremos, pues “bastar” significa eso: “ser suficiente, no hacer falta más”. “No quiero más de esto en mi vida” es el preludio para todos los otros “Sí, quiero”.

Decir la palabra no-dicha, -la necesaria, la que abre puertas y ventanas para ventilar todo lo rancio- es como nacerse. Y entonces sí, amanece un silencio perfumado que huele a crío, a inaugural. (Nos estamos inaugurando a nosotros mismos.) El poeta Hugo Mujica alguna vez lo dijo así:


Hay días en que nombrar no basta

descalzo, salí a sentir la tierra
las hojas
la madrugada fría.

Bajo un árbol inclinado bajo el peso
de tantos vientos

(hueco y reseco
de retorcerse en sus ramas)
me supe vivo:

temblé la escarcha, el misterio, el vacío
y no pude sino caer, abrazar
el tronco
y llorar tanta belleza mezclando mi sal
 con la tierra desnuda.

Al caer la tarde
la postrera, callaremos las palabras
con las que enhebramos
los pedazos de la vida.

Cuando llegue la noche
y se nos devuelva el silencio
oiremos al fin el latido.


http://www.vivisophia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=4469%3Asobre-lo-dicho-y-lo-no-dicho&catid=40%3Avirginia-gawel-la-vida-como-camino&Itemid=72

lunes, 8 de octubre de 2012

Crucé mi Golden Gate.



Tres semanas han transcurrido desde que enfrenté a mi padre para exigirle mi derecho a que se haga cargo de pagar mis sesiones de terapia individual, han sucedido tantas cosas en mi vida desde entonces, las cuales me han llenado de una ganas de vivir, de tanta alegría, mucha serenidad y por qué no decirlo de mucho poder, quiero compartirles desde un corazón victorioso con voz mezclada entre hilitos de voz de mi niña y mujer, mi lucha personal para reconquistar uno de mis derechos: el de que se me garantice atención individual durante todo mi proceso.

¿Cómo ha sucedido? ¿Cómo me he preparado para este enfrentamiento? Voy a comenzar por allí...han sido meses intensos de terapia, de hacer mucho proceso acompañada, otras veces sola, recibiendo apoyo de mis compañeras de GAM, el apoyo de una mujer a quién hoy quiero darle las gracias de manera especial porque con esos ojos llenos de ternura y sabios, pudo identificar en mi una necesidad que aún yo no era capaz, con firmeza, creyendo en mis capacidades mientras yo le compartía mi ansiedad por no tener dinero para pagar mis sesiones de terapia, ella de repente me queda viendo y pronuncia las palabras mágicas: ¿has pensando en exigirle a tu padre que las pague? porque es tu derecho...mi derecho... me resonó por todo mi cuerpo, ¿pero qué me estaba diciendo esta adorable mujer? ¿será posible? ¿en verdad es mi derecho? y comenzó todo un dialogo interior, no un debate, una verdadera conversación, llena de sentimientos, de emociones, de enojo, de búsqueda de justicia, de gritar mi verdad, de obligarse a que me escuchara quisiera o no, porque yo tengo derechos y el no los ha reconocido, y claro, si no estoy clara y consciente de que los tengo, si no lo hago míos, ¿cómo los voy a defender?

Y así quedó sembrada la semilla de lo impensable: exigir mi derecho a que pague por mi terapia, por el daño que me hizo en mi infancia, adolescencia y edad adulta, para ser breve: toda mi vida. El cómo me preparé fue una maravillosa "coincidencia" de eventos, asistí a dos talleres corporales en el que trabajamos nuestros miedos y enojo, me costó muchísimo introspección, desde preparar las preguntas previas al taller, fue un verdadero compromiso conmigo misma, un permitirme abrir las heridas, un reconocer mis miedos, ponerme en evidencia ante personas que no conozco pero en las que decidí confiar, es un paso de fe, seas religioso o no, esto es así, vas a ciegas mucha parte del camino y hay que soltarse, dejar que te conozcan para sanar, como dije me costó  mucho, no relato mis sesiones de llanto previas a este enfrentamiento, mis noches de insomnio, mis desordenes alimenticios, el dolor en la boca de mi estómago, el estar en estado de hipervigilancia por semanas, no los relato en detalle pero quiero que lo sepan, no es fácil dar estos pasos, pero valen cada uno los minutos que pasé mal, vale cada caída en terapia corporal, cada crisis, no cambio por nada lo que sentí esa mañana de domingo al verle frente a frente, a los ojos y ver que bajaba la vista cuando le yo le dije por primera vez completamente segura de mi verdad, empoderada y llena de sed de justicia:    ¿vos sabes que me hiciste daño, verdad? porque yo lo recuerdo todo clarito y no quiero que me volvas a decir que estoy loca, confundida, que lo enredo todo y tampoco quiero que volvas a minimizar mi atención psicológica, no es por depresión que estoy recibiendo atención, es por abuso sexual infantil, por violación, por incesto, la depresión es sólo una de las secuelas que he tenido que enfrentar y es tu obligación asumir el costo de mi terapia, yo no me busqué ese mal, me lo hiciste vos y no quiero que lo pagues con la etiqueta de que me estás haciendo un favor, de que me estás apoyando, NOOOOOOOO, es tu deber, es mi derecho y si no lo pagas, te quiero decir que nada ni nadie me va a detener en mi proceso, yo voy a seguir, no sé cómo haré para terminarlo, pero lo haré, no estoy sola, tengo a muchas personas detrás mío, esta es una oportunidad que te da la vida para resarcir en algo el mal que me hiciste, es tu decisión, la mía está tomada, las pagues o no, voy a seguir sanando.

Le dije muchas cosas más, he compartido las que siento quebraron su poder en mí esa mañana, las que invirtieron los roles y con las que pase de ser víctima a ser sobreviviente.

Como escribí al inicio de esta entrada, mi corazón está lleno de amor, de agradecimiento, de orgullo y alegría, lo que me movió a enfrentar a mi padre, no fue el odio, la venganza o el resentimiento, todos esos sentimientos los he venido trabajando en terapia y talleres corporales, los he trabajado para tomar la fuerza que hay en ellos, redirigirla, usarla para mi beneficio hasta convertirla en lo que fue esa mañana: sed de justicia y de hacerme escuchar. Al poder hablarle, sentí que por vez primera mi niña se sentía protegida y validada, con esto no quiero decir que el enojo esté mal, lejos de eso, representa una fuente de fuerza muy poderosa si es bien canalizada, todos los sentimientos que me avergonzaba sentir al trabajarlos me permitieron encontrar en mis adentros una fuerza interior muy rica, que es la que me ha permitido dar este paso de gigante, es la que me llevó a cruzar sin miedo mi Golden Gate.

Han pasado tres semanas...hace una, recibí un correo de él con las siguientes palabras, breves pero llenas de significado para mí: "Cuándo inicio la entrega del dinero. Avísame a mi correo o por telf.” 

Creo que no hace falta decirles el cómo me siento, les dejó una imagen mental de ese momento: yo brincando hacia el cielo infinito a buscar la estrella más brillante del firmamento, mi niña y yo en éxtasis de tanta felicidad.

Los sueños también son para nosotr@s, no son exclusividad de los demás, son posibles y muy bellos, hoy quise compartirles uno que ni siquiera me había permitido soñar y que gracias a esta mujer fantástica, muy sabia, se enraizó en mi corazón llenándolo de fuego y vitalidad. 

Te dedico esta entrada querida niña Briii, te quiero mucho.

ANONIMO

domingo, 7 de octubre de 2012

Tirando todo una vez.


Paso mucho tiempo desde que te escribí por primera vez, la verdad no recuerdo la fecha:

Muchas veces me senté a escribirte, tanto a vos como a quienes colaboran contigo , pero aun teniendo la necesidad de escribir, solo cuestión de sentarme frente al teclado y se me bloqueaban las palabras.
Anoche escribí algo en el grupo de A.S.I., me movilizo mucho saber lo que escribiste.
Mi madre que permitió muchas cosas con la simple excusa que no podía preferir a una de sus hijas y arriesgar al resto, (somos 6 hermanos), con esto quiso decir que si ella me defendía, y mi padre se iba, ella ponía en riesgo la vivienda y l comida de de mis hermanos, cada vez que discutíamos, me decía que el dia qe yo sea madre, la iba a entender. Hoy soy madre de una belleza de 7 años, y sinceramente no entiendo a mi madre. Se que ante la menor amenaza hacia mi hija, me convierto en una fiera. Le enseñe desde bebé, que nadie ni el padre jamas podía tocarla. Y si alguna vez ella se sentía incomoda con cualquier gesto, podía confiar en mi par ayudarla.
Te puede parecer exagerado, pero sentí que era mi deber advertirla y enseñarle que solo si hablábamos de todo, podía ayudarla. Y creo que lo entendió, una vez le dijo a na amiguita, "mi mamá me dijo que aunque yo haga travesuras, le tengo que decir la verdad, asi ella me puede ayudar".
Con ella tuve que aprender a ser madre, no el modelo de madre que yo tuve, quien siempre me culpo de todo. Tuve que aprender a dar cariño, a ser tolerante (quizas es con la unica personita que tengo tolerancia), paciente, aprendí a hablar con ella, a ceder a los impulsos violentos que siempre senti y que fue lo unico que vi en toda mi vida. No digo que sea una madre sobresaliente, ya que todos los dias es aprender a ser madre. Pero si puedo decir que me siento orgullosa de lo que logre con ella, y recien es el comienzo.
Si pudiese poder escribir todo lo que necesito contar! Pero con la publicacion de ayer, me parece que algunas cosas son muy fuertes, aun para los otros sobrevivientes.
No se hasta que punto puedo develar.

Quizás solo deba seguir como hasta ahora, escribiendo y tirando todo una vez leido.

Anónimo.

Hace dos años que descubrí que tengo miedo. Me desconecté de mi mismahace m

Hace dos años que descubrí que tengo miedo. Me desconecté de mi misma hace mucho tiempo y tanto que creía que era valiente, y la palabra cobardía me inspiraba desprecio.

Hace dos años tal vez nací, aunque quise morir. Creo que el miedo en mí nació pronto y a partir de ahí, pulsé el interruptor de “apagado” y fui otra persona.

Nacimiento del miedo.

Erase una vez una niña feliz,dormía,comía,sonreía en su cuna, era gordita y preciosa, jugaba con los dedos de sus piececitos, cuando aprendió a contarlos y vio que había uno más chiquito y otro al lado y otro y otro así hasta llegar a uno más gordito que lo cogías con la mano y lo podías mover para acá y para allá ji ji, no se cansaba de jugar con sus piececitos y tenía dos piececitos bonitos por eso jugaba con los dos ahora con éste ahora con aquel cuando se mojaba venía una persona y le quitaba la tela mojada y le ponía una sequita.
Podía dormir otra vez ya sequita y al despertar podía jugar otra vez ji ji.
Que segura era la cuna qué bien se está aquí en la cuna érase una vez una niña que estaba en la cuna muy segura
muy tranquila durmiendo jugando con sus piececitos...


Esto lo escribí no hace muchos miedos, perdón, días, tratando de ver mi pasado y aclarar mi presente.

Un abrazo a todos los luchadores y luchadoras de este mundo.

Anónimo

viernes, 5 de octubre de 2012

UN AÑO DESPUÉS



Es curioso pensar en cómo me siento.

Soy,feliz,estoy feliz y con unas ganas enormes de comerme el mundo.

Toda mi vida ha estado basada en la negatividad,en el pensamiento de que nada me tiene que salir bien...y de buenas a primeras,me escucho diciendo que soy feliz.
Y es cierto,me siento orgullosísima de mí misma,de mi nueva manera de pensar, de las ganas con las que he cogido la vida,aunque con casi 36.
Y por nada del mundo me hubiera imaginado que en un año,mi vida podría cambiar tanto.
Hace un año justo,puse los pies por primera vez en RANA.Recuerdo los nervios que tenía,mi miedo,mi estómago no me dejaba tranquila,la ansiedad me atacaba y sobre todo sentía una lucha dentro de mí de si hacía lo correcto,si aquello me llevaría a algún sitio o simplemente sería una pérdida más de tiempo.
Aún recuerdo el pánico al subir cada escalón y me decía" madre mía en dónde me estoy metiendo..."
Ahora sonrío al escribirlo,porque me siento en casa. Y me emociona recordar todo esto,y es más hoy lo he recordado allí en Rana.
He subido muchas veces esas escaleras,pero creo que jamás lo he hecho con tanta alegría como hoy...sí,un año después he reconocido que mi vida ha cambiado tanto que es otra.
Soy otra,y hoy me lo he demostrado a mí misma,cuando he dado la cara para defender a esta asociación que sin duda me ha cambiado la vida.

Quién me hubiera dicho que justo un año después estaría siendo entrevistada para una cadena de televisión,y lo he hecho tan convencida de lo que  siento que hasta he disfrutado,lo he pasado genial ,y me siento ...no sé como me siento,eufórica? Sí creo que esa es la palabra.

Cuantos años perdidos,dando tumbos,y sin saber que la solución estaba tan cerca.
Hoy he reconocido que soy capaz de poner límites,que he crecido,que tengo confianza en mí misma como para enfrentarme al mundo,que mis miedos empiezan a quedar atrás,que me valoro,e incluso me empiezo a gustar.

Hoy he reconocido que soy capaz de disfrutar de las cosas,de mis hijos,que puedo tener una conversación sin más y reírme con mis recuerdos buenos porque también los he tenido.
Hoy he hablado de abusos sin romper a llorar,defendiendo nuestra postura ,la de los niños,y haciendo hincapié en que la sociedad ha de estar alerta,que si los adultos escuchamos a los niños y le damos la importancia que tiene a sus comentarios, a sus cambios de personalidad,a su actitud podemos detectarlo a tiempo.

Hoy me he sentido útil,y siento que este año mi cumpleaños al final no será tan malo,porque me he regalado el mejor de los regalos,el ser capaz de ver todas estas cosas,y SER FELIZ!!!