lunes, 6 de agosto de 2012

Escucha, por favor, lo que no te estoy diciendo


No te dejes engañar por la máscara que llevo.
Pues llevo una máscara, mil máscaras,
máscaras que temo quitarme,
y ninguna de ellas soy yo.
Te doy la impresión de seguridad,
de que todo es alegre y sereno en mí, por dentro y por fuera,
que el agua está en calma y mantengo el control,
y que no necesito a nadie.
Pero no me creas.
Debajo no hay complacencia.
Debajo hay confusión, y temor, y soledad.
Pero yo lo oculto, no quiero que se sepa.
Me horroriza pensar en la revelación de mi debilidad y mi miedo.
Por ello he creado frenéticamente una máscara para esconderme.
Lo será, si va seguida de aceptación,
si va seguida de amor.
Es lo único que puede liberarme de mí misma,
de las paredes de la prisión que yo misma me he construido,
de las barreras que tan concienzudamente erigí.
Es lo único que me asegura de cuanto yo no puedo asegurarme,
de que realmente merezco algo.
Pero yo no te cuento esto. No me atrevo, temo hacerlo.
Temo que la aceptación no siga tu mirada,
ni que la siga el amor.
Temo empobrecer tu concepto de mí, que te rías,
y tu risa me mataría.
Temo no ser nada en el fondo, nada bueno,
y que lo descubras y me rechaces.
De este modo sigo mi juego, mientras una niña tiembla dentro.
Vanamente te hablo en tono cortés de charla superficial.
Te cuento todo aquello que es nada,
y nada de aquello que lo es todo,
de aquello que llora dentro de mí.
Escucha con atención y trata de oír lo que no digo,
lo que me gustaría poder decir
lo que para sobrevivir necesito decir,
pero que no puedo pronunciar.
No me gusta esconderme.
Quiero dejar de jugar.
Quiero ser auténtica, espontánea y yo misma,
pero tienes que ayudarme.
Cada vez que eres amable y dulce y alentadora,
cada vez que tratas de comprenderme porque te importa,
se empiezan a formar alas en mi corazón,
alas muy pequeñas,
alas muy frágiles,
¡pero alas!
Quiero que sepas esto.
No voy a ser fácil para ti.
Una larga convicción de inutilidad construye fuertes muros.
Cuanto más te acerques a mí
más ciegamente puedo resistirme. Lucho contra la misma cosa que anhelo desesperadamente. Pero se me ha dicho que el amor es más fuerte que los muros, y en esto descansa mi esperanza. Trata de derribar esos muros con manos firmes
pero con manos suaves
porque la niña es muy sensible.
Charles C. Finn.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Participa con tus contribuciones y comentarios