viernes, 15 de junio de 2012

Un día, una mañana.

Una historia más:

Una chica de unos 27 años pasea con su perro. Normalmente se le acercan personas a hablarle que también pasean a sus mascotas. Muchos de ellos son amables, otros tienen que mantener conversaciones "tipo ascensor" mientras los perros se saludan. Pero centrémonos en la chica. La mayor parte del tiempo disfruta de ese paseo. Le encanta. Es el único momento del día en el que está en la calle y no tiene miedo. Porque de alguna forma se siente protegida con el perro. Aunque el pobre es muy asustadizo y jamás haría daño a nadie, de alguna forma ella siente que no le puede pasar nada si está con él.

Esa mañana estaba algo triste. Algunas veces se siente triste por las mañanas. No siempre es por las pesadillas, pero a veces si. Esta mañana no era por las pesadillas. No sabía muy bien porqué pero reconocía su tristeza y no le preocupaba.

Paseando se encontró con un cachorrillo muy pequeñito que salió corriendo a jugar con su perro. No llevaba collar y el chico que lo acompañaba le explicó su historia. Acababa de comprarlo y no sabía muy bien cuidarlo todavía. Estaba aprendiendo. A la chica le llamó la atención el chico. Era un adolescente de tamaño grande. Un chico de unos 20 años o igual algo menos, pero fuerte. Algo en su cara hizo que la chica sintiese la tristeza. A ella se le daba bien reconocer la tristeza en los ojos de los demás. Además, aunque le avergonzaba reconocerlo, era licenciada en psicología, por lo cual además de ver la tristeza en los otros había aprendido a encontrar las razones de esa tristeza.

Las personas que se paraban a hablar con ella siempre acababan contándole historias porque ella manejaba muy bien el silencio. Sabía hacer que el otro se sintiese cómodo hablando, era una habilidad que había aprendido de pequeña, así ella no tenía que hablar. En este caso su intuición fue correcta. El chico estaba triste. Le contó su historia. Una de esas historias de las cuales hay millones pero siempre te rompen un poco el alma al escucharlas. Familia desestructurada, chico con problemas emocionales muy probablemente debido al abandono de la madre desde muy pequeño. Un padre adicto a la cocaína que vivía de ocupa y apenas si prestaba atención al chico más que para comprarle cosas cuando conseguía algo de dinero de forma muy poco honesta... Esas historias hacen que uno se enfade de veras con el mundo... o hacen que uno se ponga realmente triste. El chico era un adolescente, algo mayor, si, pero en sus ojos se podía ver el niño que una vez estuvo solo.

De repente algo cambió. La chica estaba cómoda, se sentía bien pudiendo escuchar lo que le contaba. Pudiendo ayudar al chico aunque solo fuera prestándole un rato de su tiempo, aunque solo fuese escuchando lo que tenía que decir, algo que a ella no solía pasarle muy a menudo. Sabía que en esos casos, en los casos de niños rotos, lo mejor es prestar toda la atención a la otra persona, mirar a los ojos, hacer ver que entiendes lo jodido de la historia y tratar de hacerle sentir lo menos mal posible. Sabía hacer eso porque sabía reconcocer los errores que cometían los demás cuando ella intentaba buscar comprensión y no la encontraba.

El chico llevaba una cadena con una cruz de oro. Se la enseñó. No recuerda porqué pero formaba parte de la historia. Para enseñársela tuvo que acercarse, solo un poco para que pudiese verla. Entonces todo cambió.

La chica se levantó y le dijo que tenía que irse ya. Se fue.

La mirada del chico quizás fue algo triste o quizás no. Ya no puede recordar más. Solo que tenía que irse. Que tenía que salir corriendo, que ya no estaba a salvo aunque su perro siguiese por allí cerca.

Cuando llegó a casa después de correr durante media hora cayó rendida en el sofá y empezó a llorar. Lloró hasta que le dolieron los ojos. No podía parar. Después se quedó dormida, tendida en el suelo. Al despertar hizo lo que le habían enseñado. Pensar en qué pasó. Qué activó esa emoción tan fuerte.

Pensó en el chico, pensó que no había echo nada mal, su intención no era más que la de un niño solo que necesitaba a alguien que lo escuchase. No había nada malo en él.

Entonces, con miedo, pensó en ella. ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué me he dejado llevar por un miedo irracional? Estaba contenta de poder ayudar al chico! era feliz de poder escuchar esa historia empatizando con él... ese iba a ser su trabajo en el futuro y se sentía muy bien al verse poder hacerlo! ¿qué había pasado?

Intentó recordarlo. El momento. El chico se acercó y de repente fue consciente de algo: él es un chico, yo soy una chica, él es más fuerte que yo, él puede tocarme... tengo que huir.

Volvía a llorar. Volvía a pegar en las paredes. De nuevo el miedo irracional, de nuevo esa historia que creía que poco a poco iba superando, de nuevo esos momentos claves en los que la activación es tan grande que no importan todas las razones razonables que te des porque la emoción ya lo ha envuelto todo.

¿Qué hacer con todo eso? ¿qué hacer con esa información? Sabía los porqués, sabía las claves, sabía donde estaba el miedo y porque.... y ahora, ¿qué?

Ella lo único que quería era no tener miedo. No tener ese miedo en el presente. No dejarse llevar por el pánico. Poder hacer caso a sus razones, a sus relaciones mentales, a lo que sabía que funcionaba bien en su cabeza. Usar toda la información que tenía y no dejar que el miedo ganase.

"Esta vez ha ganado, pero se porqué. Esta vez no he podido superarlo pero a lo mejor mañana si. Ahora se que en cualquier momento puede aparecer, ahora se que por muy lista que pueda ser, por muchos conocimientos que tenga, las emociones van por su cuenta... tengo que aprender qué hacer con ellas"

La chica seguía triste, muy triste, porque pensaba que ya había aprendido a no perder ante el miedo. Pero había aprendido algo. Había aprendido a pensar en el miedo de otra manera. Había aprendido que, de alguna manera, tenía que aceptar que ella tenía ESE miedo y que algunas veces no podría soportarlo... pero quizás otras si.

ANONIMO

1 comentario:

  1. La próxima vez será diferente!!!

    Un abrazo de Encontrando el camino...

    ResponderEliminar

Participa con tus contribuciones y comentarios